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Foto del escritorRevista Resistencias

No hay epidemia más letal que el capitalismo: la Argentina actual es un inmejorable ejemplo




Por Jorge Falcone


Lxs nacidxs en los 50s no conocimos la polio. Para este cronista, por ejemplo, su sombra apenas fue un vecinito de la vuelta que cada tanto irrumpía en la esquina moviéndose como una marioneta manejada por un epiléptico e intentando sumarse a nuestros juegos, lo cual eludíamos sistemáticamente con esa crueldad de la que sólo son capaces los niños.


Por entonces la peste era un fresco de El Bosco, una secuencia de “El Séptimo Sello” de Ingmar Bergman, o un cuento de Edgar Allan Poe. Como más tarde haría el Buñuel de “El Ángel Exterminador”, aquel torturado cuentista bostoniano pintaba en “La Máscara de la Muerte Roja” (cuyo clima expresa la ilustración que acompaña esta nota) la desesperación de los aldeanos afincados en el feudo del Príncipe Próspero ante el asedio de una plaga mortal, de la que el despiadado monarca intentaba preservarse aislándose en su palacio y convocando a sus pares a una bacanal tendiente a olvidar la amenaza en ciernes.


Pero como no hay muralla que detenga a dichos males, un enmascarado vestido de rojo cuela en aquella orgía, y con él lo hace la epidemia que anfitrión e invitados intentaban ignorar, exterminando a toda esa aristocracia empeñada en salvar el pellejo a costilla de los siervos de la gleba.


Hace un tiempo el legendario líder campesino peruano Hugo Blanco tomó partido ante la crisis civilizatoria en curso con palabras que servirían de moraleja contemporánea para el citado relato: “Antes, desde el marxismo y el trotskismo, luchábamos por una sociedad igualitaria. Pero ahora he cambiado. Ya no creo que sea la clase obrera la única sepulturera del capitalismo, tal como decía Marx. Ahora está en juego la salvación de la especie humana. Porque si no derrotamos al sistema capitalista, nos va a matar a todos, incluidos los capitalistas”.


A estas horas, con alarmantes índices de mortandad en China, Europa en estado de alerta (un cuarto de la población italiana en cuarentena), y un primer muerto por coronavirus en Argentina - cualquiera sea el asidero de las especulaciones conspirativas que describen al agente patógeno como producto de una manipulación genética destinada a zanjar la competencia comercial entre las grandes potencias - aquellas palabras recobran potente vigencia, toda vez que este sistema socioeconómico devastador que buena parte del sentido común erige como destino inexorable de la humanidad… la está conduciendo resueltamente hacia su exterminio. Y nuestro castigado país - donde frecuentemente se escucha que estaríamos en condiciones de alimentar a 400 millones de semejantes, pero sin embargo hay niñxs que mueren de hambre a diario bajo el yugo de una deuda centenaria, mientras los Señores de la Soja escatiman belicosamente un diezmo para paliar la acuciante emergencia social - es un dramático ejemplo de lo expresado.


Lo cierto es que la epidemia ha ocasionado el reciente colapso de Wall Street, lo que, sumado a la caída del precio del petróleo, impone pasar revista a un cuadro geopolítico continental que encuentra al gobierno argentino sin definiciones estratégicas, y peligrosamente amenazado por un Brasil devuelto por la gestión Trump a su condición de gendarme regional dispuesto a oficiar como cabecera de puente de un Plan Cóndor II, alineando tras de sí a Uruguay, Paraguay, y Bolivia para cumplir con los designios del Imperio, mientras el Chile insurrecto se constituye por ahora en el único y auspicioso enclave que hoy se desmarca del damero descripto.


No escapará al analista atento que, en semejante contexto, negociar con los acreedores internacionales nos coloca más cerca del default que de cualquier alquimia capaz de tranquilizar a los mercados haciendo concesiones. A poco de conmemorar la heroica gesta de nuestros soldados en el Atlántico Sur, corresponde interrogarse si el gobierno argentino tendrá la entereza patriótica suficiente para encauzar el problema de la deuda hacia una resolución soberanista, desenlace que poco importa a esos “pescadores de río revuelto” que temen al populismo más que al coronavirus y se empeñan en fogonear tractorazos en nombre de “el campo”.


A esta altura cabría plantearse que, si hay consenso mayoritario en seguir intentando humanizar al capitalismo, no queda otro camino que propender a que la crisis la resuelva quien más gana, lo que a todas luces apunta a los terratenientes de la pampa húmeda. Porque, aunque sabido es que tal perspectiva les incomoda, muy otra conduce a escenarios imprevisibles, como el que hoy se vive cruzando la cordillera, desenlace que, en caso de tornarse irreversible, no hará más que ratificar que históricamente a la violencia siempre nos conducen lxs poderosos.-


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