Por María Florencia Aguilar
“(...) Has vencido, hija mía,
y tu victoria ha sido apocalíptica.
Aunque tú estés ausente todavía
yo te lloro y te admiro
al mismo tiempo”.
Jorge Ademar Falcone
En un contexto en el que la juventud ha tomado protagonismo, empuñando banderas como las de la memoria, la verdad y la justicia, María Claudia Falcone y Laura Carlotto son nombres que resuenan en las aulas de las escuelas secundarias de nuestro país.
A través de la conmemoración de fechas fundamentales para el ejercicio de la memoria en nuestro país -Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, Día de los Derechos del Estudiante Secundario, en el marco del aniversario de La Noche de los Lápices y Día Nacional por el Derecho a la Identidad-, los estudiantes han resignificado las historias de María Claudia y a Laura, dos jóvenes que lucharon por la ampliación de derechos y que fueron detenidas-desaparecidas durante la última dictadura cívico militar.
María Claudia Falcone nació el 16 de agosto de 1960 en la ciudad de La Plata. A los 13 años comenzó su militancia en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), colaboraba en tareas de educación y sanidad en las villas. Estudiaba dibujo artístico en el Bachillerato Bellas Artes que quedaba a sólo dos cuadras de su casa natal. Era militante de Montoneros. Fue secuestrada y desaparecida el 16 de septiembre de 1976, un mes después de haber cumplido los 16 años, junto a su compañera María Clara Ciocchini.
Laura Estela Carlotto nació el 21 de febrero de 1955 en La Plata. Estudiaba Historia en la Universidad de La Plata. Era militante de Montoneros. Fue secuestrada y desaparecida en noviembre de 1977, a los 22 años. Tuvo a su hijo en cautiverio: Guido, recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo en 2014.
Los pibes y las pibas llevan a María Claudia y a Laura en sus propios sueños: la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, la aplicación de la ley de educación sexual integral, las políticas públicas para erradicar la violencia de género.
Las nuevas generaciones intentan repensar a Laura y a Claudia como luchadoras sociales y no sólo como víctimas del Terrorismo de Estado. Intentan saber quiénes eran antes de desaparecer. Ya no se conforman con la pancarta, el nombre y la fecha de desaparición de los y las militantes de los 70.
Esas luchadoras sociales tenían la misma edad que los y las adolescentes de hoy. Inevitablemente, los pibes y las pibas se identifican con ellas y también proponen sus nombres para sus escuelas o sus centros de estudiantes.
No quedan dudas: María Claudia, Laura y los treinta mil han vencido.
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