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Foto del escritorRevista Resistencias

Macri y la teoría del pato de madera


Por Marcelo Langieri


La crisis de identidad que atraviesa el peronismo, que hunde sus raíces en la historia del movimiento, resulta hoy una fuente inagotable de maniobras electoralistas. De manera especial lo es a partir del fracaso de un gobierno obligado a realizar todo tipo de astucias, aunque no en exclusividad, para cooptar a los sectores liberales y conservadores del peronismo como forma de mejorar sus chances electorales frente a un cuadro que se avecina tormentoso.


Intentar decir hoy qué es el peronismo requiere, por lo menos, de un alto nivel de autoestima. Quizás sea más oportuno recortar el objetivo analítico para reflexionar sobre algunos acontecimientos que conmueven a la política y que nada tienen que envidiarle a los sobresaltos, ilusiones y desengaños tribuneros del mercado de pases futbolero.


Los acuerdos e incorporaciones a los polos dominantes, que se han consolidado como las alternativas que disputan realmente la elección, son en muchos casos sorprendentes dadas las características de las fuerzas convergentes que, como dice el poema de Jorge Manrique que musicalizó Serrat, “son los ríos que van a dar a la mar”. Pero sería injusto poner en la misma balanza las conversiones realizadas al interior del espacio opositor, desde un “panquequismo progresivo”, frente a un “panquequismo regresivo” que representa la salida desde el amplio, diverso y difuso campo popular al bando que expresa sin remedos las políticas y los intereses de las clases dominantes en la Argentina.


Refrendando la virtual desaparición de los partidos políticos todas las operaciones realizadas tienen en común un carácter palaciego que sorprende a propios y extraños. Las más significativas son, sin duda, jugadas magistrales que se suceden como en una partida de ajedrez donde se mezclan las tácticas surgidas de las consultoras con el talento para la rosca política. La espectacularidad y habilidad de cada una de las jugadas realizadas no impedirá que una de ellas inexorablemente morderá el polvo de la derrota y funcionará como chivo expiatorio.


Así, Cristina se auto desplazó de la candidatura principal, se reconcilió con uno de los gerentes políticos del peronismo, que otrora la había servido con eficacia, para encaramarlo en la candidatura presidencial con el mismo sigilo y sorpresa con el que sacó un libro que conmueve, también, a propios y extraños. Sin embargo, en materia de sorpresas políticas faltaría la más fuerte. Podría decirse que ésta fue preanunciada por el propio interesado cuando en un programa de televisión, varios días antes, anunció que en una hipotética segunda vuelta votaría por Macri. Y lo hizo argumentando que no se trataba de la famosa grieta entre Macri y Cristina sino de la opción que se presenta en la actual coyuntura entre la república, la democracia y el autoritarismo y el populismo. Hay que reconocerlo, en una sola frase bajaba línea y abría la puerta al ofrecimiento que pronto llegaría.


En la política, como en el ajedrez, mantener la iniciativa es esencial. Pero la política también es equiparable a la conducción de un camión cuando lleva carga y tiene un acoplado: o sea que las maniobras a realizarse requieren de cierta anticipación para ser viables. En cambio, cuando se maneja un Fiat 600 es más fácil realizar cualquier maniobra sobre la marcha.


Vale la pena detenerse a especular sobre las razones que llevaron a Macri a elegir a Pichetto como compañero de fórmula. Un hombre que, como el caudillo Paredes, patrón de Palermo del Carriego de Borges, tiene la lealtad disponible. Por otro lado, el aporte que puede realizar Pichetto es sobre la mentada gobernabilidad, es decir, para vender la piel del oso. Queda por verse cómo y quién lo va a cazar.


Quizás ayude a entender esta decisión la teoría del pato de madera. Ésta tiene su origen en la práctica de la caza de esos nobles animalitos y consiste en poner un pato de madera en un espejo de agua a la espera del paso de una bandada de congéneres que al advertir desde la altura a un semejante en medio del agua acuden presurosos a su encuentro. Ocasión que el cazador aprovecha para atraparlos.


El razonamiento sería más o menos así: cuando los peronistas pasen en bandada en

busca de vituallas por las cercanías del mencionado exclamarían: ¡¡un peronista!! y acudirían presurosos a su encuentro. Esta mirada, optimista sin duda, puede llegar a tener algún resultado dado el nivel de convicción y principios que adornan a gran parte de la actual dirigencia, que, aunque floja de principios, para desgracia de Mauricio, no carece de olfato político. Maniobras que distan de cuadrar con los peronistas de a pie, que son los más. Para los primeros basta recordar al “Chueco Mazzón”, legendario operador del peronismo, hombre de la Realpolitik criolla, recordado por su oportunismo y amoralidad política que frente al triunfo de Menem y para justificar los pases en bandada del cafierismo al menemismo triunfante acuñó la frase: “peor que la traición es el llano”.


De manera sintética, podríamos decir que el animismo es la tendencia a considerar a los objetos del mundo real como seres vivos con pensamientos, deseos e intencionados. El animismo está en la base del pensamiento religioso primitivo y forma parte fundamental del pensamiento liberal para darle vida al mercado. Así, el mercado acepta, rechaza, se intranquiliza, se enfervoriza, habla, cobra vida y se autonomiza de la voluntad de los actores. Todavía no vota, por eso los desvelos liberales, pero influye y cómo en las decisiones a partir de sus voceros mediáticos. Por otro lado, cuando hablan de mercado se refieren exclusivamente al mercado financiero y la inflación. Las cosas que dice el mercado cuando se refiere al trabajo, la caída de la actividad, la desocupación, etc. no cuentan ni tiene voz.


Con la nominación de Pichetto se produjo una epifanía que hizo que las acciones subieran, el dólar se tranquilizara y el optimismo se apropiara de las lúcidas mentes de los escribas de turno. Gente “moderna” que brega por poner los pies en el siglo XXI para meter la pata con las ideas del siglo XIX, que acusa de populista cualquier idea que considera los problemas de las mayorías populares. Gente que propone como agenda banderas pre-peronistas, cuestión que quizás explique en parte la “peronización” actual de la política, ignorando olímpicamente las urgencias ecológicas y de desigualdad social que preocupan y ocupan a los pueblos avanzados del mundo.


La Argentina, como quedó demostrado, está más cerca de la oscuridad que de la luz. Asistimos estos días a un pequeño ensayo del fin del mundo que como señala Fredric Jameson, hoy parece “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo” cuando lo que cruje es el orden neoliberal.


Cuando no hay una alternativa real a esta democracia agujereada el peor de los remedios es la resignación, que es la etapa superior del posibilismo, y pensar que todo es igual.


Históricamente los trabajadores mejor pagos han sido los que tienen mayor conciencia de sus derechos de clase y de su posición estratégica en el sistema capitalista. Y desde esa posición de fuerza y autoestima personal y colectiva han podido pelear y enfrentar al poder y mantener sus derechos. Aunque el paso del tiempo ha debilitado esta realidad, ya que se ha producido una destrucción encarnizada de gran parte del tejido social, siguen existiendo expresiones de un sindicalismo fuerte y organizado y también tiene vigencia, no sin deterioro, una identidad popular con aspiraciones sociales igualitarias que imposibilitan reducir la decisión electoral a criterios estrictamente economicistas.


Con mucha mayor razón este razonamiento tiene vigencia en los sectores medios de la sociedad donde la ideología individualista ha permeado a estos sectores posibilitando que su comportamiento electoral pueda ser contradictorio con sus intereses concretos. Para citar una famosa frase, no todo es pan y manteca.


El reduccionismo economicista es un mal consejero para analizar las opciones electorales existentes y más aún como táctica para ganar adhesiones en la lucha para frenar la ofensiva regresiva que representa Juntos por el Cambio. Mucho más cuando las referencias políticas son débiles y las prácticas políticas resultan en buena medida ajenas a la vida de la mayoría.


El drama argentino es la vigencia de un proyecto de una minoría arcaica con ropajes modernos que propone una sociedad que glorifica los valores de la Argentina anterior al peronismo. Pretenden comenzar de nuevo la historia borrando de la faz de esta tierra los deseos igualitarios que han caracterizado a nuestra patria.


La mayoría de la sociedad no encuentra una expresión política que garantice programáticamente y electoralmente sus intereses y consiguiente derrota del proyecto reprimarizado de la Argentina encaramado en el gobierno. El desafío pasa entonces por comprender que con todas las limitaciones el Frente de Todos representa en los hechos la posibilidad real de impedir la convalidación de un proyecto de exclusión y disciplinamiento social, que representaría la consolidación del actual gobierno, para abrir una nueva etapa que cree mejores condiciones para la reconstrucción de un proyecto popular en la Argentina.


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