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Foto del escritorRevista Resistencias

Macri a distancia sideral de celebrar bailando a Gilda entre globitos amarillos


Será evaluado como presidente porque no fue capaz de reducir la pobreza



Por Jorge "Chiqui" Falcone


Últimamente levantó bastante polvareda la entrevista realizada por un insignificante ser humano llamado Luis Majul a un ladrón de guante blanco llamado Mauricio Macri, que no dejó enfriar el cadáver de su padre sin endilgarle todos los chanchullos del controvertido pool familiar. Cometiendo un sincericidio digno de Juan Domingo Perdón, personaje de Capussoto que hacía campaña flagelándose públicamente a causa de sus cagadas, el primer mandatario hasta se autodefinió como el termómetro mayor del malestar colectivo. Ese estilo discursivo  dramáticamente caricaturesco, que llevó hasta la exasperación en la reciente inauguración del Congreso Internacional de la Lengua - productor de cantidades industriales de memes por parte de la progresía digital -, comienza a provocar el desgranamiento de un electorado amarillo hasta ahora satisfecho con el solo hecho de no ser el primero que arrasara el tsunami socioeconómico en curso. Ante semejante panorama, seguiremos intentando mirar un poquito más allá de la guerra de encuestas y los complots que simula desmantelar el  periodismo trash…


Puesta contra las cuerdas por un asedio judicial que no descansa, la senadora Cristina Fernández de Kirchner se aferra estoicamente a una estrategia concebida mucho antes de abandonar la Casa Rosada, desestimando entre sus incondicionales el voto a Scioli y apostando decididamente a generar un “Operativo Clamor” que - cimentado en aquella máxima del General acerca de que gobiernos calamitosos terminarán aquilatando al propio - hoy la tiene superando un techo histórico en intención de votos, gracias a su apego al proverbio hindú que reza “el silencio, gran brahmán”, mucho más que a sus resistidas masterclass.


En tanto, el economista fotografiado en zoquetes y sandalias - segunda opción del Departamento de Estado, cada vez mejor considerada por la UCR -, sin confirmar aún su candidatura, se muestra como presidenciable repartiendo críticas a un lado y otro de “la grieta”.


Visto que el poder presiona para que el impresentable que ocupa el sillón de Rivadavia deponga su candidatura (casi 13.000.000 de personas en la pobreza!), y considerando que hoy Cambiemos (Macri, Peña, Dujovne + Carrió… con Storani pateando en contra) se debate cual crisálida en plena metamorfosis, presta a dejar atrás esa larva y reciclarse como mariposa en alas del tándem Vidal - Larreta, bastará con los datos antes consignados para colegir que en nuestro horizonte electoral se torna probable un ballotage a dirimirse entre peronistas de distinto signo.


Más allá de ello, tras el ciclo de las identidades mayoritarias del Siglo XX, es evidente que el movimiento popular transita inercialmente sin una nueva que lo amalgame, y aferrado a la última que le dio respuestas efectivas, que parece seguir siendo la que irrumpió en la vida pública un 17 de octubre de 1945.


Desde la concentración en Plaza de Mayo del Encuentro de los Pueblos (12/12/2015) hasta esta nueva Marcha por Unidad, Producción y Trabajo Argentino a la que se suman la mayor parte de las centrales sindicales y pequeñas y medianas empresas del país (4/4/2019), la gran mayoría del campo popular se ha mantenido ocupando las calles a diario, sin conseguir que tamaño esfuerzo erosione sustancialmente las políticas oficiales, como si los escenarios escogidos para esa batalla cotidiana - Plaza de Mayo, Congreso Nacional, alguna dependencia pública - ya no fueran caja de resonancia eficaz para reclamar. Ignorarlo equivale a seguir reproduciendo como lemmings una estrategia a todas luces inconducente, que para colmo fideliza al electorado oficialista duro, ese que privilegia la “transparencia” y la seguridad por sobre la Justicia Social, y le otorga a la Dama de Hierro de Cambiemos el rol de heroína antidisturbios.


Ese círculo vicioso insume grandes energías a los sectores sociales que lo alimentan, pero se va convirtiendo en una maniobra prácticamente endógena, que sólo aporta mirarnos cara a cara con organizaciones hermanas para ratificar nuestra voluntad de lucha y ostentar capacidad de movilización, mientras el poder se muestra refractario a tales manifestaciones, como lo demostró al cabo de la última oleada de cortes de ruta y montaje de ollas populares en reclamo de una Ley de Emergencia Social hasta ahora desoída. Por ende, a esta altura convendría preguntarse si no se estará prorrogando una forma de demandar que surtía efecto en otros contextos, cuando había un Estado Benefactor capaz de tomar nota, pero no en la actualidad, cuando escasean los Estados Nacionales y el nuevo sistema-mundo se administra desde corporaciones multinacionales que no tienen Patria. Acaso corresponda pues correlatar una imperiosa necesidad de autonomía territorial y autogestión productiva privilegiando dar batalla en el escenario comunal, donde - aunque no siempre se perciba así - en muchos casos se cuenta con más fuerza que la del antagonista de proyecto histórico.


Si se coincidiera en la perspectiva de que las elecciones son el árbol y el horizonte emancipatorio el bosque, no parecería tan complejo concebir esta batalla táctica bianual como un escenario al que dar respuesta integral desde las realidades donde la construcción propia permita incidir - incluso a nivel institucional -, sin dejar de invertir el máximo esfuerzo en la organización permanente de un poder popular de base, anotando pequeñas victorias locales que ofrezcan a sus gestores/as una evidencia palpable de conquistas materiales, lo cual parecería ser más eficaz que cuando la parcialidad representada asiste a los escenarios donde por lo general se disputa el todo. A ese respecto, una de las lecciones más valiosas que legaron las luchas del Siglo XX fue la de “pegar donde más duela y donde menos se lo espere”.


En consecuencia, a la hora de asumir un compromiso electoral, más allá de que la depredadora acción del oficialismo haya desencantado a un numeroso contingente de sus originales votantes, cabe establecer una diferencia sustancial entre el imperativo de fortalecer un voto contra este modelo, y la intervención en volátiles frentes electorales de coyuntura, dado que lo primero expresa una decidida vocación opositora, pero lo segundo se aleja ostensiblemente de los escenarios en que - como se ha manifestado anteriormente - parece posible producir transformaciones de fondo ahora mismo.-

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