“Resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Slavoj Žižek,
filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural esloveno.
Por Jorge Falcone
En su visita a la Argentina del pasado fin de semana, el filósofo y activista italiano Franco “Bifo” Berardi se refirió a su último ensayo, titulado Futurability, desglosando tres tópicos para analizar la realidad política en el Siglo XXI: Poder, potencia, y posibilidad.
Respecto al primero - mientras el filósofo nostramericano Enrique Dussel convoca a no fetichizarlo y lo define como “voluntad popular de vida”, subrayando que su única sede es el pueblo -, Berardi lo caracteriza como “una forma”, ejemplificando que para los alemanes la Gestalt era “una forma generadora de formas”.
A la segunda, a su vez, la remite al deseo como motor de la historia, advirtiendo sobre la mutación antropológica que está sufriendo lo que denomina la Generación Alfa, aquella que incorporó el lenguaje a partir de la voz materna, a diferencia de la Generación Post Alfa, que está siendo alfabetizada por las máquinas, lo que supone la pérdida gradual del componente erótico inherente a las relaciones interpersonales de carácter presencial.
Y a la tercera la concibe, lisa y llanamente como el horizonte de oportunidades (a explorar) con las que aún cuenta la humanidad.
Si por un momento nos valiéramos de las categorías propuestas por el intelectual italiano para interpretar nuestro contexto actual, bien podríamos afirmar que el poder de arriba se asimila a los intereses de la gran burguesía subordinada al capital financiero global, y el de abajo a la movilización multisectorial que - aunque no siempre articulando sus reivindicaciones particulares en una general y superior - con una hegemonía obrera y plebeya va sumando cada vez más actores a la protesta, ocupando las calles desde que la ceocracia macrista se instaló en la Casa Rosada.
La potencia parecería corresponder a aquellas circunstancias en las que el pueblo ejerce exitosamente su voluntad soberana, ya desalojando a Monsanto de la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas, ya rechazando en todas las plazas del país a la Ley del 2 X 1 con que se ensayó ablandar la condena a los genocidas.
Y la posibilidad - en su expresión más elevada - acaso aparezca, no ante la conformación de una coalición generada con fines nobles pero absolutamente electoralistas, sino cuando un programa de transformaciones estructurales concita una adhesión popular tal que se transforma en política de poder, fenómeno que alguna vez expresó la consigna Luche y Vuelve.
Ahora bien: ¿Hay alguna chance de auscultar si existe en nuestra sociedad una voluntad de cambio profundo (y no equivalente a la estafa en que el oficialismo convirtió a ese concepto)?
Conocida es la acomodaticia venalidad de la actual cúpula cegetista, pero este cronista valora en sumo grado la amplísima conjunción de fuerzas sociales que se dio cita en la concentración del 21F, circunstancia que recientemente se reeditó potenciada ante la Basílica de Luján. Sin embargo la verdad sin anestesia es que semejante amalgama de voluntades no se apersonó ante el Congreso de la Nación para frenar el funesto Presupuesto 2019 que nos ata de pies y manos a merced del FMI. Y esto es una pésima noticia. Porque cuando el pueblo despliega toda su capacidad de lucha se concretan trascendentes logros (y se reducen bajas innecesarias) Y porque el panorama descripto parecería sincerar un techo muy bajo de expectativas transformadoras, a menos de un año de volver a elegir autoridades nacionales.
Si se tratara de una descripción veraz y no nos hiciéramos cargo a tiempo de lo que ello implica, deberemos aceptar que resultará complicado revertir semejante panorama desde cualquier expresión de la izquierda, parlamentaria o no.
He aquí el sentido de la volanta de esta nota: Seremos acreedores/as de lo que estamos construyendo en estas horas.-
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