Por Jorge Falcone
“Todo lo sólido se desvanece en el aire”.
Carlos Marx, 1848, Manifiesto Comunista
“¿Cuándo comenzó el paciente cero en Estados Unidos? ¿Cuántas personas están infectadas? ¿Cómo se llaman los hospitales? Podría ser el Ejército de EE.UU. lo que llevó la epidemia a Wuhan”. Twitter del 9-3-2020, enviado por el portavoz de la cancillería china Zhao Lijian.
Apocalypse now!
Como lo viniera señalando el Papa Francisco, una nueva Guerra Mundial de características absolutamente diferentes a las anteriores está entre nosotrxs. Mientras abundan versiones acerca de que la nueva cepa de coronavirus – el COVID-19 – sería un producto de laboratorio cuya siembra excedió con creces el límite previsto (en estos días han circulado profusamente por las redes las opiniones de Noam Chomsky a ese respecto, por citar un ejemplo), la humanidad toda ha sido puesta en emergencia, congelando por tiempo indeterminado la vida en el planeta, en tanto tropas norteamericanas se despliegan por Europa ostentando armamentos de última generación como si la pandemia no existiera. En semejante escenario, muchxs analistas se aventuran a afirmar que si Donald Trump arrasara – como se prevé – en las elecciones del martes 3 de noviembre del corriente, ese resultado condicionaría significativamente el tablero de la política global. Otras hipótesis explican que la génesis del Covid-19, remite a que algunos virus que residen en los organismos de ciertos animales salvajes, – como en este caso los murciélagos – sin afectarlos, comienzan a migrar a los humanos con mayor celeridad, en gran medida a causa de las desforestaciones masivas y la vertiginosa expansión urbana, que favorece la convivencia con dichas especies. Se trata de un fenómeno que existe desde tiempos remotos, pero que desde mediados del Siglo XX se ha acelerado por varias causas: debido al aumento gigantesco de la población, a la velocidad con que contingentes de personas se mueven de un continente a otro; debido al cambio climático y a la agricultura intensiva.
En concreto, ante una crisis de tales dimensiones, lo que está en debate es quién terminará por hegemonizar el nuevo orden mundial, lo que explica la guerra comercial entre EEUU y China, o las políticas nacionalistas del presidente norteamericano, del Brexit, de Bolsonaro y de varios regímenes conservadores. Se trata de respuestas encaradas desde la perspectiva neoliberal. En consecuencia, por encima de cualquier consideración, el “discurso proteccionista” en tiempos de transnacionalización de la economía apunta directamente a cuestionar la globalización sostenida por más de cuarenta años desde los Terrorismos de Estado del Cono Sur. A su vez, en estas circunstancias se ha manifiestado nítidamente el rol altruista de países asediados por el Imperio como Cuba y Venezuela, que pese a ello brindan su generosa ayuda a pueblos aún más castigados por el flagelo en expansión, mientras EEUU ofrece millones de dólares a quien esté en condiciones de venderle – para su uso exclusivo fronteras adentro – el antídoto contra dicho mal, reeditando la política egoísta y canalla de “America for americans”.
Pero, como no hay crisis sin oportunidad, una de las consecuencias paradojales que viene produciendo este momento de cuarentena global constituye el infierno más temido del capital monopólico mundial: el fenómeno de desaceleración de la economía está clareando cielos y cauces de agua (esto último hace poco se puso en evidencia en el caso de los canales de Venecia), dándole la razón al planteo del movimiento decrecentista (*), que frente al capitalismo salvaje propone otro paradigma civilizatorio.
En consecuencia, puede que la moraleja que nos dejen estas horas de precaución extrema sea que, si la humanidad aprende la lección y comienza a moverse a este ritmo, tal vez la naturaleza nos brinde una nueva oportunidad, y otro sistema-mundo garantice la continuidad de la vida en el planeta.
La clase política ante el desafío de las grandes osadías
Con una deuda externa de 330.000 millones de dólares, que representa el 95.3% de su Producto Interno Bruto, Argentina se constituye en uno de los 15 países más endeudados del mundo, con toda la carga política, social y económica que tal condición supone. Un abultado empréstito, que el día 10 de febrero pasado, obligó al presidente a confesar – en declaraciones ofrecidas a Radio Continental – que el país “no puede cumplir con el cronograma de pagos de la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pues si se hiciera se estaría sumiendo a la economía en una postración absoluta. Nosotros queremos destinar el pago de la deuda a la reestructuración de la economía, a sacar a la gente de la situación de crisis en la que está y por ello, objetivamente no podemos cumplir”.
Hizo falta una pandemia de dimensiones bíblicas para que el primer mandatario enfrente la evidencia de que, en el escenario descripto, entrar en default, más que a una decisión temeraria respondería a la necesidad de existir como Nación soberana. Aquí cabe hacer una salvedad. Muy a pesar de la morosidad con que el gobierno encendió los motores, y contra la filosofía reaccionaria que campeó en la Argentina de los últimos cuatro años, acaba de manifestarse la importancia del rol del Estado en una crisis como la que venimos sobrellevando. Se ha adoptado un paquete de medidas sumamente adecuadas, como convocar a las empresas energéticas a no cortar el suministro de luz o gas por atraso de pago, a que la AFIP fiscalice precios de la canasta básica para sancionar a quienes se dediquen a medrar con el drama colectivo, a ocuparse de lxs monotributistas y habilitar un bono solidario para lxs desempleadxs… todo ello tan correcto como prestar la debida atención al despliegue de fuerzas de seguridad patrullando las calles para detectar y punir a infractorxs de la cuarentena, porque ejemplos como el de algunas provincias donde la policía practicó razias y detenciones efectuando disparos, lejos de traer calma a la población, sólo fomentan la sospecha de que podría aprovecharse el “aislamiento obligatorio” para instalar un virtual Estado de Sitio que, de prorrogarse, en adelante contribuiría a blindar cualquier negociación internacional perdidosa para los intereses de la Patria sofocando la consecuente respuesta popular. Por su parte, la comunicación oficial sobre la pandemia recurrió al endeble argumento de que la tardanza en el arribo del virus a nuestras costas habría favorecido la toma de medidas preventivas, mientras que el propio Ministro de Salud vio peligrar su cargo al manifestar que “se lo esperaba para más adelante”, al cabo de la primera víctima fatal de la enfermedad (para más dato, un antiguo miembro del Movimiento Villero Peronista oportunamente refugiado en Francia debido a la persecución de los genocidas)
En el curso de la cuarentena se han vivido algunas circunstancias que ponen en tela de juicio la imagen de unidad nacional ensayada en conferencia de prensa por el presidente, flanqueado – además de por los gobernadores bonaerense y santafesino – por el muy posible candidato opositor en las elecciones de 2023 y por el carcelero de Milagro Sala: Un preparador de rugbiers agredió despiadadamente a un cuidador de edificio que lo interpeló por no haber tomado recaudos al volver de un viaje a Europa, un grupo de pasajeros insultó con extrema dureza y desprecio al personal de a bordo del avión que los devolvía a su país en el marco de la emergencia sanitaria, y vastos contingentes de turistas ignoraron la gravedad de la situación arribando en largas caravanas a algunas localidades balnearias como Pinamar, todo lo cual habilita a pensar que no va a ser demasiado fácil persuadir al 40% que votó contra el oficialismo a observar conductas que apunten al bien común. Como colofón de lo planteado, a nadie escapa que la crisis energética global y este virus hicieron volar por los aires la fecha prevista para fin de marzo a los efectos de un arreglo con los bonistas privados, y la opinión pública continúa sin conocer el programa económico del gobierno… que ahora enfrenta el desafío de pasar a la historia resolviendo sin dilaciones saldar la deuda interna de lxs argentinxs.
Solo el pueblo salvará al pueblo
En un contexto de desaceleración de la economía mundial con perspectivas recesivas, los organismos financieros internacionales contemplan la posibilidad de que las economías de los países periféricos colapsen, generando escenarios de imprevisibles consecuencias como el que hoy vive Chile, y por ende recomiendan aceitar poleas de transmisión con los sectores más sumergidos, invirtiendo en ellos voluminosas sumas de dinero destinadas a la asistencia social.
Buenas nuevas como la incorporación de la UTT al Estado no deberían hacernos perder de vista el riesgo de que el ejercicio de la función pública por parte de las organizaciones más representativas de la base popular también opere como condición imprescindiblepara contener el descontento social acumulado durante el cuatrienio de depredación macrista, ahora en un contexto en el que resultará altamente difícil responder a tanta demanda atrasada. Ante dicho panorama, acaso el quid de la cuestión resida en que, pasado el deslumbramiento inicial por sentirse parte del gobierno, los principales referentes de dichas fuerzas se interroguen acerca de quién condiciona más a quién.
Si, como reza el viejo apotegma que titula este bloque – atribuido a la Abanderada de los Humildes -, ante un panorama de avanzada destrucción nacional la autogestión de las bases aparece como el único horizonte de supervivencia para nuestro pueblo, el tiempo revelará si quienes pretenden representarlo operan como verdaderxs intérpretes de sus intereses o como bomberos prestos a apagar el fuego de cualquier conato de rebelión en nombre de la gobernabilidad burguesa.-
(*) Se entiende por “decrecimiento” o “postcrecimiento” una gestión económica y una sociedad en las que el objetivo a alcanzar es el bienestar de todos y todas, respetando el fundamento ecológico de la vida. Para ello es necesario no sólo un cambio fundamental de nuestro estilo de vida, sino también una transformación cultural integral. El principio rector de nuestra economía y nuestra sociedad actuales es el “más, más y todavía más”, que condiciona y alienta la competencia entre las personas. Por un lado, esto supone aceleración, exigencias excesivas y la exclusión de ciertas personas. Además, este modelo económico destruye nuestros medios naturales de subsistencia así como el hábitat de flora y fauna. Estamos convencidas y convencidos de que los valores comunes de una sociedad que supere el imperativo del crecimiento deben ser la conciencia plena, la solidaridad y la cooperación. La humanidad debe entenderse como una parte del ecosistema del planeta. Sólo así será posible alcanzar una vida en dignidad y autodeterminación para todas las personas.
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