Por Mariana Di Mauro
Desde el 1 de enero hasta el 29 de febrero, una mujer fue asesinada cada 23 horas. En total, 63 femicidios en lo que va del año. Los datos del observatorio Ahora Que Sí Nos Ven visibilizan, una vez más, la situación desesperante y urgente que atraviesan las mujeres de Argentina. Según el informe, el 66% de los femicidios fueron por parte de la pareja o ex pareja de la víctima, el 15% de las mujeres ya habían denunciado previamente a su agresor y un 3% tenían medidas judiciales de protección, las cuales, evidentemente, fueron insuficientes.
Las estadísticas muestran que cada 23 horas una mujer muere en manos de la violencia machista y hoy, 3 días después de la presentación del informe, ese número de 63 femicidios ya aumentó.
Este es el panorama con el que se inicia el 2020. Las estadísticas muestran que cada 23 horas una mujer muere en manos de la violencia machista y hoy, 3 días después de la presentación del informe, ese número de 63 femicidios ya aumentó. No hay que hacer futurología para saber que eso va a pasar, es entender el sistema patriarcal. No son casos aislados ni casualidades, son, literalmente, hombres matando mujeres todos los días con protección y aval de toda una sociedad basada en la desigualdad y en la violencia de género que continúa haciendo oídos sordos a los reclamos de las mujeres. Sí, todos repudian los femicidios y se indignan con los casos, pero sigue sin haber un tratamiento serio del tema. No son “locos” o “enfermos” los que matan, son hombres en un contexto social que los educa para ver a la mujer como objeto y como su propiedad. Las masculinidades son construidas en base a la supuesta inferioridad de la mujer, y alrededor de prácticas que refuerzan la idea de que tienen poder sobre ellas.
Es necesario que la justicia y el Estado en general respondan con la responsabilidad que se merece el tema con políticas públicas orientadas a la prevención y protección de la violencia de género y con formación en perspectiva de género en todas las áreas del Estado. Pero es fundamental, también, que los medios de comunicación como formadores de opinión y sentido común, comiencen a valerse de estos datos y a darle una mirada estructural y con verdadera perspectiva de género a la cuestión.
Ayer se conocieron los casos de Guadalupe (10) y de Micaela (25), ambas asesinadas en situaciones estremecedoras. Una en Buenos Aires y otra en Catamarca; una niña y una mujer. Incineradas, descuartizadas y asfixiadas, cual pedazos de carne. Ese el valor que se les da a las mujeres. No todos los hombres son femicidas, pero no es ese el punto de la cuestión y no interesa ni siquiera reparar o refutar esa obviedad. Usar esa excusa no hace más que deslegitimar el reclamo. Que a miles de hombres se les haya pasado por la cabeza matar a una mujer y llevarlo a cabo, no es casualidad. Que todas, absolutamente todas las mujeres tengan miedo de caminar solas por la noche, no es exageración.
Hay una realidad concreta, palpable, hay estadísticas y experiencias que lo comprueban. La lógica patriarcal está operando constantemente en los titulares nefastos de los diarios, en las resoluciones de los jueces conservadores, en los altos niveles de rating de programas misóginos y en los chistes por más “inofensivos” que parezcan. Escaparle no es fácil, cambiarlo menos, pero ignorarlo es ser cómplice del asesinato de todas y cada una de esas mujeres que ya no están.
Hoy se lloran y se habla de las muertes de Guadalupe y Micaela, pero por más que sean tendencia en las redes sociales, nada aplaca el dolor, la indignación, la desesperación y la soledad que genera la indiferencia de la justicia, porque se sabe que mañana, el día siguiente y el siguiente volveremos a llorar otra muerte más en manos de la violencia patriarcal.
Foto: CSecoBalderamas (Twitter)
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