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Foto del escritorRevista Resistencias

El éxodo científico



Thomas Salvo* - La fuga de cerebros es un común denominador en los periodos de crisis institucionales, económicas y políticas de nuestro país. El caso más emblemático lo podemos encontrar en el desarrollo de la llamada “Revolución Libertadora”: allí los científicos fueron perseguidos en función de su orientación política y obligados, en muchos casos, al exilio. Las universidades intervenidas y “desperonizadas”. De esa manera se producía lo que podríamos llamar la primer gran fuga de cerebros. Los hechos que transcurren a partir del año 1974 con la aparición de la Triple A -potenciados desde el golpe de estado cívico-militar de 1976 hasta la recuperación de la democracia en 1983- los podemos catalogar como una profundización de la libertadora. Si nos acercamos al pasado más reciente, que involucra a gran parte de la generación que conforma la comunidad científica de nuestros días, la década de los noventa implicó otra fuga de cerebros al exterior. El desguace de los organismos estatales de investigación y desarrollo -privatizaciones, reducción de sueldos, precarización laboral, entre otras-, sumado a una política de desprecio hacia la comunidad e instituciones científicas nacionales (expresadas en la famosa frase del ex-ministro de economía Cavallo “Vayan a lavar los platos”), forman parte del mismo paquete neoliberal -instaurado con el golpe de 1976- dirigido desde los países que son potencia económica mundial, para destruir los proyectos nacionales de desarrollo independiente, y asegurarse así el dominio políticoeconómico de latinoamérica. Estos proyectos nacionales, que entre otras cosas impulsaron el desarrollo industrial, científico y tecnológico requerían, para su completa realización, una transformación de las relaciones sociales, políticas y económicas, y por lo tanto una ruptura con el orden internacional establecido que nos condena a la eterna dependencia.


El periodo que nos toca vivir pareciera ser una “remake” de la larga noche neoliberal. La situación de los organismos públicos vuelve a ser crítica: precarización laboral (arrastrada de años anteriores), desfinanciamiento, despidos, sueldos pésimos, carrera laboral inexistente. En este escenario el éxodo científico es protagonizado por una generación de jóvenes -en su mayoría provenientes de universidades públicas- que desarrollaron los inicios de su carrera profesional en un periodo de cierta estabilidad económica y bajo condiciones relativamente propicias para la investigación y el desarrollo, sobre todo en lo que respecta a la cuestión presupuestaria.


Los sectores sobre los que más se avanza para destruirlos, y por ende en donde más pronunciada se produce la cuestión de la fuga de cerebros, son los que forman parte del entramado más importante para nuestro desarrollo. Para dar cuenta de ello basta simplemente con googlear “despidos en el Estado” y hacer foco en los organismos mencionados: ARSAT, INTI, Fabricaciones Militares, NA.SA, Ministerio de Agroindustria, por mencionar algunos. Es menester prestar una delicada atención a los sectores implicados en este avance contra el patrimonio nacional: el sector satelital-espacial (ARSAT), industrial (INTI), defensa (Fabricaciones Militares), nuclear (NA.SA/CNEA/INVAP), agroindustrial (Ministerio de Agroindustria). Es decir, sectores que son punta de lanza para construir un proyecto de país independiente. Por eso, el discurso del gobierno macrista de achicar el gasto público se queda corto: lo que está en juego es el desguace de los sectores que son núcleo para la soberanía nacional y el desarrollo científico-tecnológico-industrial.


Así pues, nos encontramos ante dos causas que dan pie a la fuga de cerebros: las pésimas condiciones laborales -incluidos despidos, desfinanciamiento, sueldos y carrera laboral- por un lado, y por otro la inexistencia de un proyecto para el sector científico-tecnológico-industrial que posibilite “(...) canalizar la energía creadora de los pueblos en función de objetivos nacionales propios” (1). La contracara de esto ya la conocemos.


Descrita ya la situación, vale preguntarse: ¿Es posible el desarrollo de un proyecto de país autónomo dentro de las reglas actuales del sistema político y económico? ¿Los países de la periferia, como el nuestro, pueden romper su estructura de atraso y dependencia a través del desarrollo de un “capitalismo nacional”?


En definitiva, se trata de poner en cuestión el hecho de si la definitiva independencia de nuestros pueblos y territorios puede lograrse a través de proyectos que no impliquen necesariamente una ruptura con el sistema establecido y el lugar que nos toca ocupar en él, o si de lo contrario, la lograremos a través de un sistema fundado sobre otras bases no capitalistas que como mínimo implique “(...) la drástica redistribución del ingreso en favor de las clases populares; la transformación de la agricultura, con la destrucción del latifundio y la introducción de métodos modernos de producción; la creación de una industria nacional moderna e integrada; la ruptura de la dependencia externa, con el consiguiente abandono del papel de productores de materias primas y de bienes manufacturados que a los países desarrollados no les interesa o conviene producir; y la radical reestructuración del Estado, para dotarlo de la fuerza y autoridad que debe tener un proceso que requiere la nacionalización y control de los elementos estratégicos de desarrollo” (2)


Es clave que los actores que formamos parte de los sectores que conforman el aparato científico, tecnológico e industrial nos demos la tarea de contribuir en nuestros espacios de trabajo y militancia al debate sobre estos tópicos. Defendiendo lo propio y conquistado y profundizando estos debates, construiremos caminos y alternativas que nos conduzcan a la formulación de ideas y proyectos para un programa científico-tecnológico-industrial acorde a las necesidades y futuro de nuestro pueblo y nación.




*Esta pequeña contribución fue escrita por un joven trabajador del área científico-tecnológica.


(1) Amilcar Herrera. “Ciencia y política en América Latina”.

(2) Idem



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