A 6 años de muerte, su legado para un socialismo del siglo XXI.
Por Mariano Pacheco
La muerte del Comandante Chávez, el 5 de marzo de 2013, llega en un momento emblemático del proceso, cuando líder y movimientos populares se planteaban precisamente atravesar algunos tramos realmente problemáticos, pero centrales para el desarrollo estratégico de la revolución. Tanto el “Segundo Plan Socialista de la Nación” como las “Cinco propuestas de los Movimientos Populares” de cara al período 2013-2019 dieron cuenta de un estado del “debate” muy interesante, tanto en el seno de los movimientos populares como en las caras más lúcidas del Estado. La propuesta de Chávez buscaba “hacer irreversible” el socialismo en Venezuela y contaba a la “participación popular” en las decisiones del país como un eje transversal, sea para defender, expandir y consolidar la soberanía nacional como para superar el estado “rentista-petrolero” (de allí que el objetivo de garantizar la “soberanía alimentaria” se tornara fundamental).
El aporte “desde abajo” a la propuesta de Chávez no fue menor. Recordemos los cinco puntos: superación de la estructura del Estado burgués (con miras a avanzar en formas de autogobierno que garantizaran el “Estado comunal”); un marcado antiburocratismo (graficado en la propuesta de avanzar en el combate “contra el reformismo y la corrupción”); el desafío de trastocar el modelo productivo dominante (diversificar la economía y hacer hegemónica la propiedad social de los medios de producción); fortalecer la “dirección colectiva” del proceso (democratizando y ampliando los liderazgos, planteo realizado aun con Chávez en vida) y, por último, el siempre mentado problema de cómo garantizar, en última instancia, la sobrevivencia del proceso ante ataques externos o golpes internos: la conformación de una autodefensa revolucionaria.
Tras el fallecimiento de Chávez la derecha interna, con el apoyo externo del imperialismo, buscó tumbar el proceso, sea con las “guarismas” como con las incesantes desestabilizaciones o las "ayudas humanitarias". Seis años después, la Revolución Bolivariana sigue en pie, con crecientes complicaciones y ataques cada vez más frecuentes, pero sigue en pie.
Si la Revolución Bolivariana es tumbada no sólo pierde el pueblo venezolano, sino todos los pueblos Latinoamericanos para los que el chavismo fue una fuerte inspiración (región, por otra parte, que supo ser vanguardia en el proceso de enfrentamiento al Nuevo Orden Mundial).
Más allá de Nicolás Maduro y su rol como presidente legítimo de Venezuela, el chavismo se debate en cuanto a su capacidad de hacer carne el legado de Chávez, ya no con otro rostro humano histórico-concreto sino con un proceso colectivo cuyo vértice no sea una jefatura empírica sino una figura ideológica, sentimental y política que incite a tomar el cielo por asalto, y en el que las comunas tomen en sus manos el destino común.
Comments