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Foto del escritorRevista Resistencias

Da bronca y se puede llorar…pero más importante es aprender!



Por Roberto Perdía


Da bronca!! Pero con el corazón contrito, el alma dolorida y los sueños heridos, solo queda un camino: Secarse las lágrimas, cerrar los puños, guardarse la bronca, ser solidarios y aprender, aprender y aprender que es grande la experiencia de estos hechos, ella debe servir para mejorar nuestras luchas evitando que nos sigan robando el futuro.


Los furiosos golpes de Estado de hace algunas décadas atrás parecían haber sido dejados de lado. En las últimas experiencias de Honduras, Paraguay, Brasil, las fuerzas reaccionarias alcanzaron sus objetivos usando a las propias instituciones civiles del sistema y con un bajo perfil de las fuerzas de seguridad y  defensa. En otros casos lo hicieron utilizando los propios mecanismos electorales: La Argentina de Cristina, el Ecuador de Correa y el Chile de Bachelet, fueron muestra de esa metodología.  


En general se trataba de gobiernos progresistas de tipo social-demócratas y el imperialismo demostró que los podía desalojar sin necesidad de apelar a los recursos de usar la violencia extrema de las instituciones armadas o la intervención directa de terceros Estados. Pero los enemigos de los pueblos sabían que Venezuela y Bolivia, habían ido más lejos. A pesar de sus problemas allí no alcanzaba con los golpes palaciegos.


En Venezuela no pudieron –hasta ahora- contar con su principal instrumento histórico, las fuerzas armadas. Por eso vienen bregando por distintas formas de intervención de terceros países.


En Bolivia, gobernaba un indio y lo hacía contando con su propio y sumergido pueblo indígena como una de las claves de un nuevo sujeto histórico que, sumándose a las tradicionales experiencias de lucha de los trabajadores, otros sectores sociales y organizaciones existentes, trataba de enderezar los cambios necesarios. Evo Morales lo dijo en el día de su asunción, le recordó al pueblo reunido en La Paz que culminaban 500 años de resistencia para empezar un nuevo período de 500 años destinados a reconstruir su identidad.  En eso estaba…


El imperialismo percibió que esa nueva realidad podía llegar a construir la identidad de esos pueblos en una formación que integrara la lucha del conjunto de los sectores  sometidos. De ese modo se profundizaría el arraigo de todos con una fortaleza histórica y cultural muy superior. Ello haría cada vez más difícil que el conjunto de sus luchas fuera mediatizado por un pensamiento social demócrata de raíz europeísta, fácilmente asimilable al sistema imperante. Es por eso que esta experiencia boliviana debía ser erradicada.


El gobierno del MAS y Evo logró grandes éxito en materia social y económica, en la disminución de la pobreza y la desigualdad, en la producción y distribución del ingreso. Todo ello lo hacía aún más peligroso. Por eso urgía terminar con él. En esa construcción ese gobierno y su liderazgo no le dieron el debido lugar a algunas experiencias históricas que tenemos la obligación de recordar. Desde este punto de vista hay tres cuestiones históricas que los gobiernos y organizaciones populares, mirando el espejo de Bolivia, tenemos que aprender y no volver a repetirlos.


Esos tres temas son: La falta de un cuestionamiento efectivo a un capitalismo que a cada paso demuestra sus caras más siniestras junto a su inviabilidad futura; la continuidad institucional de un modelo de democracia que está al servicio de ese mismo capitalismo caduco y un poder militar (fuerzas de defensa y seguridad) penetradas por el enemigo y que vuelven a ser utilizadas como el ariete contra el pueblo.


La falta de cuestionamiento al capitalismo hace que estemos ilusionados en la existencia de un capitalismo bueno o humanizado. Esa flojera nuestra permite que dicho poder –cada vez más concentrado- pueda reorganizarse y volver al ataque. Desde los gobiernos populares, temerosos de ser aislados, no se llegan a desarmar sus resortes más importantes y desde el pueblo no exigimos lo suficiente. Todos tenemos experiencias de esas debilidades que tenemos la obligación de superar. Complementariamente, generar alternativas productivas no capitalistas, fortalecerían nuestras presiones, servirían a la hora de construir nuevos modelos y serían experiencias vitales para sostener y profundizar aquellos momentos en la que los “azos” abren el camino a nuevas realidades.


En segundo lugar, sin quererlo nos vamos enamorando de nuestras decadentes instituciones, enredados en el sacralizado respeto a ellas no sabemos cómo resolver las nuevas situaciones. De hecho, en el actual Golpe de Estado en Bolivia este tema fue el detonante aprovechado por el imperialismo, sus secuaces y alcahuetes. Al pueblo y sus organizaciones, el canto de sirena de esas instituciones nos quiere hacer ver que este modelo electoralero es la vía para cambiar la realidad. Viejas y recientes experiencias lo desmienten pero seguimos atados a las tradicionales ideas institucionales y constituciones del siglo XIX construidas desde y para los enemigos de clase y de nuestras patrias.


Por último desde gobiernos populares y organizaciones del mismo carácter parecemos olvidar que la fuerza es un componente esencial del poder. Él siempre está, que no siempre se manifieste es otra cosa.  Es común que gobiernos populares, temerosos de chocar con el mismo, negocien con él dejándolo en manos ajenas. Con el paso del tiempo son los pueblos los que pagan, con la sangre -que se quiere ahorrar- y el sufrimiento de generación tras generación, esos errores.


Desde las organizaciones populares no es común debatir sobre le autodefensa que sostendrá los derechos que vayamos conquistando. Por eso, en el poder estatal y en el territorial (por pequeño y limitado que sea) el poder que se construya debe ir de la manos con la fuerza adecuadamente organizada que sea capaz de sostenerlo.


Sin el poder de la fuerza en manos del pueblo, el poder del pueblo no es poder.


Pudimos ver en las redes sociales a militantes populares corriendo desafiantes al grito de «¡Ahora Sí, Guerra Civil!» Ese alarido es la respuesta desesperada a un prolongado déficit en los modos de construir poder.

Lo que está ocurriendo en el sufrido pueblo boliviano, cuyo desenlace final aun es desconocido, causa un gran dolor. Nuestros mejores gobiernos no terminan de alumbrar el camino y nuestras organizaciones muchas veces navegan en el lodo de los mismos errores.


Junto con la solidaridad efectiva con la lucha del pueblo boliviano debe ir el compromiso militante de profundizar nuestra lucha y organización en el camino de superar las actuales limitaciones.



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