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Foto del escritorRevista Resistencias

Avanza el feminismo popular

Mujeres y disidencias presentarán proyecto de ley en el Congreso

Por Belén Rozas


El viernes 24 de Mayo en el subsuelo del Anexo A del Congreso Nacional las mujeres y disidencias de la economía y del feminismo popular vamos a presentar nuestro proyecto de ley que pide declarar la Emergencia Nacional en Violencia de género.


Declarar la Emergencia Nacional


No es que empezamos ahora a pensar estrategias para erradicarla, estamos a pocos días del quinto 3J Ni Una Menos y hemos hecho un recorrido que es una referencia en múltiples países de Latinoamérica y el mundo. En el universo de la legislación, la 26485, Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales (2009), es ejemplar. Para la fecha en la que fue reglamentada, la tipificación de las violencias machistas fue de completa avanzada. El problema es que es casi inexistente en la práctica. Y si en algún momento funcionó mejor, los últimos años de macrismo han sido suficientes para aumentar el nivel de desamparo y revictimización que sufre una persona que atraviesa una situación de violencia de género en nuestro país. Casi no hay dónde ir. Las opciones van disminuyendo proporcionalmente a medida que aumenta la distancia entre la víctima y el centro de Capital Federal. Las variables falta de tiempo o de plata también intervienen muchísimo, o de falta de conocimiento sobre nuestros derechos, de reconocimiento de las violencias que sufrimos cotidianamente. Las cifras conocidas son alarmantes. Una mujer es asesinada cada 23 hs y en lo que va del 2019 ya son 30 los casos de travesticidio. Entre 2013 y 2018 se documentaron 576.360 casos de violencia de género.


No queremos hashtags, queremos libertad


Mencionamos el 3J Ni Una Menos, pensemos qué sucedía en su primera edición, en 2015. En la esquina de Entre Ríos e Yrigoyen, sobre el lado del Congreso la actual vicepresidenta, Gabriela Michetti, sostenía sonriendo un cartel que decía Ni Una Menos. Más tarde ese año se convertiría en funcionaria del gobierno que más ajustó sobre nuestros cuerpos. El actual presidente no es una excepción de esta pantomima, varias veces dijo públicamente estar trabajando "para erradicar todas las formas de violencias contra las mujeres". Tremendo aliado, ¿no? Lástima que destina once miserables pesos por mujer a la prevención y atención de la violencia de género. Además, es el responsable del cierre de muchos centros de atención a las víctimas, del desfinanciamiento de diferentes programas de soporte a las mujeres de los sectores populares y a la niñez, y del mayor ajuste económico que los cuerpos más jóvenes hemos experimentado. Nuestras madres y abuelas ya sabían de ésto.


Los golpes de la crisis


En los contextos de crisis económica, la violencia de género aumenta junto al desempleo, al hambre y a la desesperación. El hombre cis criado bajo las lógicas patriarcales, las lógicas de las diferencias, o, en palabras de Rita Segato, la pedagogía de la crueldad, utiliza nuestros cuerpos para reafirmar su posición social cada vez más devastada.

Las mujeres son históricamente las que primero enfrentan a quienes hambrean al pueblo.

Las violencias propias de un capitalismo en crisis calan hondo en los hogares. El varón, el "padre de familia", antes proveedor, al no tener ingresos tiende a deprimirse y en muchos casos llega a abusar del alcohol y/o las drogas. Ante esta situación, las mujeres son históricamente las que primero enfrentan a quienes hambrean al pueblo. No sólo salen a buscar la moneda para ayudar a sus compañeros y poner comida sobre las mesas, sino que también se organizan para hacer de esa tristeza individual un grito colectivo. Arman comedores, copas de leche, rifas, colectas, todo lo que se les ocurra para que sus hijes y les de las demás, puedan vivir con más dignidad de la que ellas experimentaron. Tomar ese lugar en el hogar, desde la mirada de una estructura machista que nos asume inferiores, es correr al hombre de su rol en las relaciones de poder. Ni hablar cuando nosotras y nosotres empezamos a hacer política. Ahí más de uno se incomoda. Viene el insulto, viene el control, la desvalorización y humillación, el desprecio, el golpe.


El sistema no sólo nos sitúa en diferentes lugares dentro de la sociedad, sino que también nos enseña que el aleccionamiento es a través de la violencia. La reafirmación de estos viejos soportes se transmite en nuestros cuerpos violentados y cansados, y en nuestra desesperanza cuando queremos salir de una situación así. El Estado es responsable y es urgente que responda a las demandas de las mujeres y las disidencias que más sufrimos la violencia machista.


El proyecto del feminismo popular


Algo que luego del 2015 se volvió indiscutible es el hecho de que cada vez más las mujeres y las disidencias irrumpimos en la esfera pública, antiguamente reservada para los varones. Tomamos las calles, ocupamos los lugares que hasta hace no tanto nos eran negados, condicionamos a algunos hombres con poder, asumimos las conducciones de algunos procesos que van emergiendo como una forma feminista de hacer política. Y también pensamos leyes que nos respalden. La violencia machista nos preocupa y nos ocupa, no vamos a dejar en manos de un Estado y una Justicia patriarcales la solución.


Desde los barrios más bajos de nuestro país, esos en los que día a día se construye el feminismo popular, pensamos un proyecto de ley que nos defienda especialmente a las y les de abajo. Las palabras claves son independencia económica y habitacional. Sin esto es imposible pensar en una vía de escape a la violencia doméstica. En la mayoría de los casos, las posibilidades de la mujer, trans, trava, no binarie de salir de la situación de violencia se ven limitadas por el dinero que tengan en sus bolsillos y les hijes que deban proteger.

Estamos tomando en nuestras manos nuestro destino, porque comprendimos que nadie más lo hará por nosotres.

Exigimos que se destine un presupuesto extraordinario, o se reasignen partidas, para que se instalen casas libres de violencias en todo el territorio nacional como medida básica de contención y asistencia inmediata de las víctimas. Además, pedimos una ayuda económica para cada persona que se encuentre en situación de violencia en pos de que pueda resolver rápidamente la cuestión habitacional y garantice el bienestar suyo y de sus hijes. También, proponemos la creación de un plan nacional de Promotoras territoriales capacitadas para la prevención, entre otros puntos.


Enmarcamos este proyecto de ley dentro de tantos otros pasos que el movimiento feminista está dando en el año en el que pareciera que sólo hay que pensar en las elecciones. Cuatro días después de la presentación de esta ley, llevaremos al Congreso la marea verde como lo haremos hasta que el aborto sea legal, seguro y gratuito. En julio vamos a luchar por el derecho a jubilarnos, evitando que acaben con la moratoria que le permitió jubilarse a cientas de miles de trabajadoras domésticas y precarizadas. El pacto feminista avanza sobre el pacto de caballeros. Estamos tomando en nuestras manos nuestro destino, porque comprendimos que nadie más lo hará por nosotres. Ojalá nuestro pueblo tome nota. Que sea ley.


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