Por Jorge "Chiqui" Falcone
El difícil ajedrez de responder con celeridad
a incontables urgencias
“…el modelo de dominación para América Latina supone una calidad
y una intensidad tan importante de dolor y desesperanza
que vuelve imposible que eso asuma la forma de un conteo electoral”.
Alejandro Horowicz
Ensayista. Periodista, Doctor en Ciencias Sociales,
titular de la cátedra Los Cambios en el Sistema Político Mundial
en la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires.
Introducción confesional
para acompañar la esperanza popular
sin resignar el pensamiento crítico
El autor de esta nota se formó políticamente en las filas del peronismo. Uno de sus orgullos mayores es haber integrado las filas de la organización político-militar Montoneros. No es kirchnerista ni toma partido por ningún término de la “grieta” al interior del capitalismo, postura que a menudo lo malquista con sus numerosxs y grandes afectos jugados por el nuevo elenco gubernamental, quienes acostumbran a confinarlo en el rol de maximalista que se resiste a aceptar a la política como el exclusivo arte de lo posible. Su posicionamiento se atempera ante las nuevas generaciones, que - en todo su derecho - no tienen porqué creer a pie juntillas que alguna vez tomó cuerpo en las mayorías de nuestro país una conciencia política más radical, y que en buena medida desarrollan su experiencia militante en las filas del espacio que más parecería identificarse con las banderas legadas por sus mayores.
Pese a tales consideraciones, y en el convencimiento de que el subtexto de las revueltas en la región es un cuestionamiento cada vez más explícito a un sistema dizque democrático que ya no consigue dar respuesta a las necesidades más urgentes de nuestros pueblos ni se afana demasiado por seguir ostentando la máscara de las libertades públicas, quien suscribe estas líneas aspira a que la conciencia de las nuevas autoridades acerca de que hoy la Patria se parece a aquella republiqueta bananera que satirizara el capocómico Alberto Olmedo bajo el nombre de Costa Pobre haga del Programa Argentina sin Hambre un inmediato paliativo para la desesperación que atraviesa a las mayorías empobrecidas.
El resto será motivo de fraternal y respetuoso debate de cara a la comunidad, pero fundamentalmente al interior de las militancias indispuestas a resignar el sueño de propender a una sociedad pos capitalista, cuya materialización urge más que definir el término que la caracterice.
Pesimismo de la razón
Sobran indicadores acerca de que el peronismo dio lo mejor de sí hasta 1952, cimentando un Estado de Bienestar cuyos logros profundos no consiguieron superarse ni siquiera durante los 49 días de gobierno de Héctor J. Cámpora, muy a pesar de la fuerza y experiencia popular que logró conquistarlos.
Analistas de cuño liberal tan pragmáticos como el histriónico Jorge Asís definen al peronismo como el “partido del poder”, y ponderan su capacidad de amoldarse a las necesidades de cada coyuntura - en los 90 al “Fin de la Historia”, en los 2000 a la Década Larga Progresista -, como si fuera meritorio no ceñirse a una programática decididamente emancipatoria.
Algunxs concebimos al kirchnerismo como inofensivo remedo (fundamentalmente retórico) de los ideales setentistas que, si bien recuperó el valor de la política y amplió derechos, lejos estuvo de desmontar el modelo de exclusión social vigente y mucho más de cuestionar siquiera la matriz productiva agroexportadora y extractivista que aún rige.
Así y todo, su mera comparación con la depredación macrista resulta insostenible y sólo conduce a la triste encerrona de adherir al mal menor, en la medida en que neodesarrollismo y neoliberalismo constituyen la cara y contracara de un capitalismo que cada vez expone con mayor obscenidad sus fauces de lobo bajo la raída piel de cordero.
Actualmente la sociedad argentina vuelve a asistir, como ocurre en el Juego de la Silla, a una rotación en el elenco estable de la política formal, nítidamente expresado por el tránsito judicial de causas como Irán, Nisman, o los cuadernos fotocopiados del chofer Centeno, hacia los 144 comprometedores expedientes que aguardan en Comodoro Py al ingeniero Mauricio Macri. A la larga o a la corta, es lógico que dicha noria erosione toda esperanza de cambio en quienes no suelen percibir los infrarrojos y ultravioletas de la política.
En tal contexto, resulta un lugar común que los ladrones de guante blanco se ensañen con los ladrones de gallinas: sin minimizar la embergadura de ningún delito, siempre será más escandaloso ver revolear bolsos cargados de dinero tras el muro de un convento que imaginar la acumulación de empresas off shore en paraísos fiscales.
Con haber sido la administración más expectable desde la recuperación del orden constitucional, no puede negarse que el kirchnerismo también constituyó un sistema recaudatorio basado en la lógica de un ex militante de la FURN platense que tempranamente resignó sus expectativas anticapitalistas y no ocultó jamás su convicción de que “sin dinero no se puede hacer política” (SIC) Cuantos hemos pasado por la función pública, aún ejerciendo cargos menores, sabemos que sobran mecanismos para malversar recursos “inocentemente”, como por ejemplo bancar desde una caja chica proyectos que el presupuesto oficial no está dispuesto a fomentar. Los volúmenes de dichas operaciones se incrementan notablemente cuanto mayor es la responsabilidad institucional y el poder que esta otorga. Muchxs funcionarixs apelan a estos subterfugios en el deseo de “hacer el bien”. Por ende, quien se bautice en el Jordán capitalista difícilmente quede impoluto, porque - a pesar de que la Santa Sede le brinde sustento moral - este sistema no ha sido concebido para ganar la vida eterna a la vera de Dios padre.
En este marco - y sobre todo por el cariz que va tomando la situación internacional -, un peronista tradicional y porteño como Alberto Fernández está siendo condicionado a desplazarse hacia la izquierda de sus convicciones, debiendo mantener un delicado equilibrio en las posturas que va adoptando, de cara a un frente interno que contiene tanto a referentes sociales que sueñan con una reforma agraria como a burócratas sindicales dispuestos a avalar una mayor precarización laboral y caudillos pro vida oriundos del norte feudal.
Así y todo, se impone no escatimar esfuerzos en el aprovechamiento de una nueva oportunidad histórica, la que - a nuestro modesto entender - dependerá mucho más de la intransigencia con que la comunidad esté dispuesta a defender sus intereses que de la asistencia que vaya a ofrecerle el Estado.
Optimismo de la voluntad
Hace poco tiempo, el agudo analista internacional Pedro Brieger, entusiasmado con el posible establecimiento de un nuevo eje continental Méjico - Argentina, se apresuró a sostener en TV que la ola progresista está bien lejos de haber sido abortada por gobiernos conservadores. Probablemente ese haya sido el ánimo que campeó en el búnker de la fuerza política que se impuso en las elecciones nacionales del 27 de octubre. Cae de maduro, en todo caso, que a partir del Golpe de Estado racista en Bolivia y de la ajustada victoria - pero victoria al fin - de Luis Lacalle Pou en el ballotage de Uruguay corresponde revisar dicho diagnóstico en profundidad. Ciertamente, son escenarios de reñido fifty - fifty como el que acaba de generarse en el “paisito” vecino los que confirman el agotamiento de las democracias formales, regímenes en los que desde hace tiempo no se confrontan programas de gobierno con perspectivas estratégicas, lo cual redunda en que la extrema polarización en las simpatías del electorado conduzca a una gran fragilidad institucional, ante la cual frecuentemente los derrotados en las urnas se sienten autorizados a rebelarse, debilitando en grado creciente la gobernabilidad.
Hoy Nuestra América, siempre ajena a las calmas prolongadas, despide el año regada por una seguidilla de levantamientos que, cada uno a su modo, cuestionan el orden establecido. En Colombia un Paro Nacional activo ha prorrogado ininterrumpidas protestas a partir del asesinato del joven Dilan Cruz, lo que suma a un creciente cuestionamiento del presidente Duque la posibilidad de llevarse puesto al propio Uribe; en Bolivia la componenda propuesta por el gobierno de facto ya cuenta con el aval de la COB y parte del MAS, mientras El Alto y Cochabamba permanecen irreductibles, en tanto emerge la figura del líder cocalero Andrónico Rodríguez como posible candidato a reemplazar a Evo en las elecciones de marzo; en Chile la escalada de lucha, violentamente reprimida por unas fuerzas de seguridad objetadas a nivel internacional, se repliega del centro y hace fuerte en los barrios; el gobierno ecuatoriano judicializa a la CONAIE pero las rebeldías no decaen; Haití continúa padeciendo el vacío de poder en medio de un malestar general que no deja de escalar; y en la Venezuela Bolivariana tiene lugar el Congreso Internacional de Comunicación, evento que se hace eco del descontento reinante y aboga por una Constituyente global para la humanidad. Si “para muestra basta un botón”, diciembre arranca con un cacerolazo continental que reproducirán las diásporas de todo el planeta, como muestra de solidaridad y aliento a los alzamientos en curso. Es evidente que la gradual retirada de E.E.U.U. de Medio Oriente tiene como correlato una consolidación de su presencia en nuestra región, objetivo que no desdeña promover el caos si ello contribuye a zurcir lazos supraestatales con poderes económicos locales. En el damero que va armando para disciplinar al Cono Sur, con Brasil bajo control, su próximo bocado será Argentina. Los sectores que, embriagados de optimismo institucional, minimicen la estrategia del Imperio y desatiendan las políticas de autodefensa, en el mediano plazo probablemente deban lamentar irreparables pérdidas.
Ante un panorama de semejante complejidad, la rebelión de los pueblos nostramericanos (a los que el filósofo Enrique Dussel define como “bloque social de los oprimidos” tomando conciencia en la acción de su rol transformador), hartos de simulacro y predispuestos a reclamar democracias directas, asoma como el rostro esperanzador de un nuevo capítulo en la historia continental.-
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