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Ahora que sí nos ven


Editoriales de Resistencias


22, 24, 27 .... La cantidad de femicidios continúa aumentando hora tras hora. A menos de dos meses del inicio del 2019 el número de mujeres asesinadas es abrumador. Sin lugar a dudas, la declaración del estado de emergencia por violencia de género es urgente. Sin embargo, los números oficiales presentados por el Gobierno del año 2017 reflejan una realidad bastante similar a la actual en términos cuantitativos. Ante esto cabe preguntarse: ¿hay más femicidios? ¿O hay una mayor visibilización y atención a estos casos?


Según el primer informe oficial de estadísticas de violencia género presentado por el Ministerio de Seguridad de la Nación en el año 2017 hubo un total de 293 femicidios, de los cuales 24 fueron en el mes de enero. Por otro lado, mediante datos no oficiales puede saberse que en enero del 2018 los casos de femicidio también rondaron esa cifra.

Aparentemente, no hay grandes diferencias si sólo se habla de números, pero a nivel social sí parece haberse modificado algo. El estado de alerta e indignación general por los casi 30 femicidios ocurridos en lo que va del año es un indicador interesante para reflexionar sobre los cambios que nos traspasan y sacuden.


Lo que cambió no es la cantidad de femicidios sino el nivel de visibilización de los mismos, y esto se debe a la incansable lucha de las mujeres. En los últimos años, como consecuencia del crecimiento del movimiento feminista, se viene dando una importante concientización de cuestiones relacionadas a la violencia de género. Un punto de inflexión importante en este proceso fue la primera marcha de Ni Una Menos el 3 de junio del 2015, que tuvo lugar en más de 80 ciudades del país. La cantidad de femicidios ya en el 2015 era alarmante y la situación se volvió insostenible. El reclamo era/es contundente: basta de mujeres muertas.


A partir de entonces todas las marchas que se realizaron los 3 de junio posteriores, sumado a distintas manifestaciones del colectivo de mujeres, contribuyeron a la apertura de debates sobre temas centrales en la lucha feminista que habìan sido silenciados, enterrados y apartados durante décadas, y puso en el centro de la escena no solo las problemáticas de la violencia machista, sino la subyacencia peligrosa de las construcciones culturales/sociales alrededor de los ‘roles’ determinados.


Gracias a la avanzada feminista el problema de la violencia de género se volvió de interés público, lo que impulsó, a su vez, una fuerte llegada a los medios masivos de comunicación. Conceptos como patriarcado, violencia machista, abusos, acosos y femicidios empezaron a formar parte de las noticias diarias y de las conversaciones cotidianas. Es evidente que hoy hay una mayor atención y reacción ante estas problemáticas. La indignación que genera cada caso de femicidio habla de una desnaturalización de los hechos. Ya no se habla de “crímenes pasionales”, se habla de femicidios, con toda la carga histórica, social, cultural y política que dicha denominación contiene. Pues quien nomina, domina.


Las muertes de mujeres en manos de la violencia patriarcal empiezan a ser entendidas como parte de todo un sistema que promueve la denigración y cosificación entre otras cosas. De a poco se van entendiendo las relaciones entre femicidios con el trato a las mujeres, con las formas de nombrarlas, con las tareas que se les asignan, entre otras propias cosas de la cotidianeidad. De a poco se entiende que todo es parte de un mismo problema, el patriarcado. No es casualidad que maten a una mujer cada 28 horas y la descarten en bolsas en descampados, ríos o rutas. Tampoco es algo nuevo. La lucha feminista hizo que estos temas pueden tratarse como lo que son, problemas sociales, culturales y polìticos de los cuales el Estado debe responsabilizarse.


Que se haya relevado el primer informe oficial con datos de femicidios y violencia de género es una conquista del feminismo, que supo plantarse e imponerse, también, en la agenda política. Lo que muestran las estadísticas es que hay una realidad que siempre existió pero que estuvo oculta, es decir, siempre mataron mujeres por el hecho de ser mujeres y siempre estuvieron oprimidas, la diferencia es que ahora se ve. La exposición de la situación es tal que el Estado no puede hacerse a un lado y por eso es el momento para reclamar por la declaración del estado de emergencia por violencia de género, que implica, entre otras cosas, una mayor partida presupuestaria para las víctimas.


Si bien queda mucho camino por recorrer, se llegó a un punto en el que ya no hay vuelta atrás. Sin caer en optimismos superficiales, ya que, en definitiva, siguen matando mujeres todos los días, es interesante pensar los avances y victorias del movimiento de mujeres a lo largo del tiempo para saber por dónde seguir. La visibilización cada vez más masiva de las problemáticas que aquejan día a día desde hace años las mujeres, está generando un efecto bola de nieve con profundos cambios a nivel cultural y no deben ignorarse.


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