Por Carlos Martínez
Desde ayer escucho o leo a una comparsa de falsos indignados, o escandalizados por la violencia en el fútbol. El periodista Fernando González afirma que “…el problema es la Argentina. El país barrabrava que no puede resolver los dilemas de una adolescencia que lleva doscientos dos años. No puede controlar las marchas piqueteras que paralizan la Ciudad cien días al año”. Buen momento de volver a fogonear con la mano dura con los “planeros” y encapuchados ocultando que los que marchan o se manifiestan también son profesionales de la salud, la educación, pilotos de aviones, electrodependientes, discapacitados, geólogos, agrónomos, ingenieros nucleares, termo hidráulicos o navales.
Enuncia el “país barrabrava” pero no despliega hipótesis sobre esa formulación, más allá de “dilemas de la adolescencia”. La lógica de las hinchadas de fútbol, incluyendo a los barras, es la cultura del “aguante” -lógica binaria de defender lo bueno, mi equipo mi identidad, contra lo malo el otro equipo, el enemigo-. Hay una frase que muestra claramente esta lógica “no existís” que se le dice al rival, ocultando que la identidad de unos se constituye y reafirma negando la identidad de los otros.
Paradojalmente esta “cultura del aguante” ha sido útil para ordenar la sociedad entre lo bueno y lo malo. “los otros son lo malo” y quienes pueden ser los otros “los piqueteros”, “las aborteras”, el populismo, los sindicalistas -cuando defienden derechos-, los que consumen drogas, los ateos, las de la ideología de género, los que se pelean a la salida de un boliche, en grandes rasgos los pobres, inmigrantes, jóvenes, y los que piensan “cosas raras”.
No importa quienes sean hay que destruirlos, para construir un país en serio, integrado al mundo (sic) y hay que “aguantar los trapos” las banderas contra los diferentes o como dijo Ibérico Saint-Jean gobernador de la última dictadura cívico-militar. “…Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores… finalmente, mataremos a los tímidos", Para que quede claro solo un lugar es el correcto, el de lo establecido social, económica y culturalmente.
Pero bueno el problema son los delincuentes, barras bravas, soldados al mejor postor del poder político, sindical, narco, con lazos o complicidades en las fuerzas de seguridad, la justicia, y hasta en los medios.
Me pregunto si esa violencia, indigna, escandaliza o produce miedo que se vean los flecos, las hilachas tras la cual está una parte de la sociedad, que todos los días “aguanta los trapos”, hace el aguante, para que alguna vez los diferentes no existan más, desaparezcan, mientras falsamente proponen como el periodista en ciernes “la utopía de la convivencia”.
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