En el Mes de la Mujer: De Aníbal Quijano a Rita Segato
Por Jorge Falcone
1 - Un hito epistemológico
Hay coincidencia en que el 68 fue un punto de inflexión de diverso orden tanto en el mundo como - muy especialmente - en Nuestra América.
Hacia aquella circunstancia se produjo el denominado Boom Literario, cuando el trabajo de un grupo de novelistas latinoamericanos relativamente joven, integrado entre otros por Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Juan Rulfo, Julio Cortázar, y Augusto Roa Bastos, fue ampliamente distribuido en Europa y en todo el mundo.
Por entonces también obtuvieron gran caja de resonancia las tesis de los cientistas sociales brasileños Theotonio Dos Santos y Celso Furtado, que contribuirían a cimentar la Teoría de la Dependencia, como respuesta a la situación de nuestro estancamiento socio-económico, frente a la teoría de la industrialización de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y a la teoría del desarrollo.
Coincidentemente, en tal contexto surgía una corriente integrada por varias vertientes católicas y protestantes conocida como Teología de la Liberación, nacida en nuestro continente tras la aparición de las Comunidades Eclesiales de Base, el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968), que se caracterizó por considerar que el Evangelio exige la opción preferencial por los pobres, y por recurrir a las ciencias humanas y sociales para definir las formas en que debe realizarse la misma. Los primeros en abonar dicha perspectiva fueron el educador y ex pastor presbiteriano brasileño Rubem Alves y el sacerdote católico peruano Gustavo Gutiérrez Merino.
Aquel vendaval de novedades en el mundo de las ideas contribuiría a su vez a alimentar el fenómeno que se dio en llamar Filosofía de la Liberación. Sus postulados fueron formulados en el libro “Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana”, publicado en 1973 y elaborado colectivamente por Osvaldo Adelmo Ardiles, Mario Casalla, Horacio Cerruti Guldberg, Carlos Cullen, Enrique Dussel, Rodolfo Kusch, Arturo Andrés Roig, Juan Carlos Scannone, y Julio de Zan. Esta corriente adoptó una postura fuertemente crítica de la filosofía clásica, a la que califica de eurocéntrica y opresora, proponiendo pensar desde la situación de los oprimidos y la periferia.
Abrevando en tales antecedentes, durante la primera década del siglo XXI se constituyó el grupo Modernidad/colonialidad, uno de los más importantes colectivos de pensamiento crítico activos en la región. Se trata de una red multidisciplinar y multigeneracional de intelectuales, entre los cuales se contaron los sociólogos Aníbal Quijano (a quien se atribuye la categorización de la colonialidad del poder que caracteriza lo que se ha dado en llamar el Giro Decolonial), Edgardo Lander, Ramón Grosfoguel y Agustín Lao-Montes, los semiólogos Walter Mignolo y Zulma Palermo, la pedagoga Catherine Walsh, los antropólogos Arturo Escobar y Fernando Coronil, el crítico literario Javier Sanjinés y los filósofos Enrique Dussel, Santiago Castro-Gómez, María Lugones y Nelson Maldonado-Torres. Sus trabajos se caracterizan por la postulación de una perspectiva que sitúa la discusión sobre las relaciones de poder que se instalan con la conquista de lo que ahora conocemos como América. Esto implica una racialización que está en la base de la instalación de un sistema económico capitalista, en consonancia con la modernidad europea. Es por ello que se logra distinguir del poscolonialismo, que generalmente estuvo dominado por autores provenientes de las antiguas colonias inglesas o francesas en Asia, Oceanía y el Medio Oriente, quienes argumentan desde una perspectiva culturalista y comienzan la historia colonial 300 años después. La novedad, que define al capitalismo como subsistema de la modernidad y se propone abonar el camino hacia una transmodernidad, constituye un giro copernicano respecto al imaginario dominante impuesto hasta la fecha por el Norte Global.
2 - Un nuevo método filosófico
Para los cultores del Giro Decolonial, las nociones de totalidad corresponden a Hegel o a Heidegger, en tanto sostenedores de un Ser Universal, frente al que el Otro - el bárbaro - no es, está afuera. En base a tal presupuesto, conciben a la suya como una filosofía bárbara, que recoge ciertos presupuestos de Emmanuel Levinas en referencia a la alteridad: “Ver en el Otro mi mismidad y saber que sin el Otro no puedo acceder a ella. Lo que me hace responsable de ese Otro”. Y precisamente ese Otro ha de ser el pobre, la mujer, el indio, o el negro.
El pensamiento en cuestión advertirá bastante antes que el Orientalismo de Edward Said o el posmodernismo de Jean-François Lyotard el proceso globalizador que habrá de imponerse sobre Nuestra América.
En consecuencia, asumirá que la dialéctica es el método de análisis más adecuado, pero que al oprimido, antes de negar a quien lo niega, le corresponderá asumir la afirmación de una utopía que le permita superar su circunstancia. Y a esta afirmación previa a la negación de la negación la denominará analéctica o ana-dialéctica.
3 - Crítica a la modernidad y el eurocentrismo
Distintas voces autorizadas han colocado el origen de la Modernidad ora en la aparición de la imprenta de Gutenberg, ora en el Romanticismo con la Ilustración. Enrique Dussel, sin embargo, desde la perspectiva que venimos considerando, opina que antes del “Yo pienso” existe un “Yo conquisto” práctico que devendrá ontología. A ese Ego Conquistador en nuestro continente lo encarnará por ejemplo Hernán Cortés, con cuya gesta se instalará a su vez en nuestra latitud el eurocentrismo, fomentado por aquel Viejo Continente que por entonces padecía un enorme complejo de inferioridad ante el Mundo Árabe. Así, el filósofo argentino ubica el origen de la Modernidad en 1492, fecha en que Europa confina a la cultura árabe y se abre al resto del mundo. De tal modo que, en ese entendimiento, modernidad, capitalismo y colonialismo se darán como fenómenos simultáneos, mirada esta que desmonopoliza el discurso instalado por la academia hasta ahora en materia filosófica.
4 - Una nueva visión de la Historia
Así, Hegel habría construido una historia universal situando al corazón de Europa en Alemania, Dinamarca e Inglaterra. En consecuencia, el sur de Europa desaparece.
Durante los Siglos XVI y XVII para Europa la cultura clásica era Egipto, cuyas edificaciones se emulaban en distintas capitales de aquel continente. Serán los románticos alemanes quienes, en los albores del Siglo XIX, otorgarán ese sitial a Grecia (aún resulta altamente difícil ejercer la docencia en la academia germana sin profesar el helenocentrismo)
La Historia - en tanto horizonte epistemológico de todas las ciencias - encarada desde una perspectiva nostramericana deberá partir, por ende, de una crítica hacia aquellos presupuestos.
Estudios recientes han demostrado, por ejemplo, que todas las máquinas empleadas por la Revolución Industrial en Inglaterra provenían de China. Hasta hubo que hacerles la Guerra del Opio para colocar allá un producto originario de la India, porque hasta entonces Europa no tenía qué venderle al gigante asiático.
De esta manera, puede concluirse que lo que ha venido llamándose universal no es otra cosa que una pretensión de la particularidad europea.
Hoy una nueva irrupción de oriente, con una concepción diferenciada del capitalismo, augura el decurso gradual hacia un sistema-mundo más pluriversal, en el que muy probablemente la ecología vaya a determinar la definitiva crisis del capitalismo, desenlace - en tal caso - no previsto por el marxismo clásico.
5 - Una nueva política
No está de más expresar que el panorama descripto requerirá de nuevas categorías para entenderlo.
Abrevando en consecuencia en los más altos exponentes del pensamiento crítico contemporáneo (Alain Badiou, Giorgio Agamben, Karl Schmidt), el Giro Decolonial toma referencia además de significativos acontecimientos nostramericanos como la Revolución Cubana, el triunfo de la Unidad Popular chilena, la insurrección sandinista, el alzamiento zapatista, o la Revolución Bolivariana. Por ende, el pensamiento en cuestión redefine la cuestión del poder a la luz de estas novedades, sin hacer concesión alguna a la Modernidad. Por consiguiente, no se tratará de desarmar al Estado sino de redefinirlo, conjurando su fetichismo burocrático desde la visión de los oprimidos.
Desde luego, esta perspectiva confronta con las micropolíticas preconizadas por Toni Negri o John Holloway, así como con la proposición de Ernesto Laclau acerca de transformar al liberalismo, planteándose en cambio luchar contra el sistema para hacer otro, ya que no es cuestión de ocupar el Estado moderno con buena gente y aguardar que eso nomás lo modifique.
A la hora de definir al poder desde una perspectiva plebeya - y transmoderna - el Giro Decolonial prefiere hablar de “voluntad popular de vida”, entendiendo este último concepto como la aspiración a detentar una materialidad y espiritualidad propias. Y sostiene que la única sede del poder debe ser el pueblo, gramscianamente entendido como “el bloque social de los oprimidos”, agente transformador que después de imponerse se disolverá entrando en nuevas contradicciones. Aquí cabe subrayar que lo popular no se entiende como sinónimo de populista. Hechas estas salvedades, todas las instituciones serán un ejercicio delegado de ese colectivo social.
En última instancia, este ideario apela al método que Marx utilizó para transformar la economía, utilizándolo para transformar la política.
Lejos de haber cumplido un ciclo, el Giro Decolonial se sigue alimentando con la emergencia de nuev@s referentes, como es el caso de la antropóloga feminista Rita Segato, quien en 1973 conoció personalmente a Rodolfo Kusch en el departamento de amigos peronistas, que ha manifestado en numerosas intervenciones su adhesión a los postulados que hemos venido revisando, y que viene suministrando aportes tan sustantivos como sostener que “nuestro antagonista de proyecto histórico es monopólico, nosotres debemos ser pluralistas”.
Para concluir, digamos que hoy asistimos al ejercicio de un poder representativo, y que hará falta construir uno participativo, a conciencia de que una transformación de fondo deberá cambiar la Constitución vigente. Y de que la mejor acción política deja víctimas, porque hegemonía no es lo mismo que unanimidad.-
a mi amigo Mariano Pacheco
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