Por Jorge Falcone
“Quemarnos para poder quemar, sin escuchar la sirena de los mediocres y de los imbéciles que nos hablan de prudencia. Ellos, que hablan de la dulzura y del amor, se olvidan que Cristo dijo: «¡Fuego he venido a traer sobre la tierra y que más quiero sino que arda!»”.
María Eva Duarte de Perón,
Fragmento de “Mi Mensaje”
(testamento político dictado en su lecho de muerte y rescatado 42 años más tarde)
A cien años de su natalicio, bien sabemos que no fue Rosa Luxemburgo ni “La Pasionaria” Dolores Ibarruri. Sólo fue - como Sandino - la hija bastarda de una familia campesina, la actriz de reparto celada por las divas de la época a causa de haber enamorado a un coronel muy diferente a sus pares, la muchachita que bregó por la libertad de su hombre arengando talleres bonaerenses en un octubre legendario, la que ya en su rol de Primera Dama entendió cabalmente la diferencia entre Justicia Social y asistencialismo, la que se inmoló desde su Fundación por darle a l@s descamisad@s de la Patria un pedacito de cielo bien tangible aquí en la tierra, la que recogió el legado de las primeras sufragistas consagrando el Voto Femenino.
La que ostentó con orgullo el amor de su pueblo y el odio de la oligarquía fustigándola en encendidos discursos desde el balcón de La Rosada, la que no auguraba futuro a un peronismo que no fuera revolucionario, la que ensayó un servicio de inteligencia integrado por las empleadas que cumplían tareas domésticas en hogares aristocráticos, la que intentó armar milicias obreras para hacer frente a los dueños de esta tierra, la que se apagó temprano legando un testamento escamoteado en el que escribió “Cuando todos sean trabajadores, cuando todos vivan del propio trabajo y no del trabajo ajeno, seremos todos más buenos, más hermanos, y la oligarquía será un recuerdo amargo y doloroso para la humanidad”
Nadie como ella pasó por aquí tan brevemente dejando tanto. A buena parte de l@s jóvenes del 70 nos bastó con eso.
La llorada por millones, la secuestrada por unos pocos y enterrada verticalmente en Italia bajo el nombre de María Magistri, “Esa Mujer” cuyo rastro siguió Walsh, la que admiraron gigantescas hembras como Aurora Venturini, Azucena Villaflor o María Elena Walsh, la que - aunque hoy poc@s lo sepan - una generación que arriesgó el pellejo por llevar su nombre a la victoria canjeó por el fusilador de José León Suárez contribuyendo a su repatriación definitiva, la siempre maltratada por libelos de poca monta y óperas rock que condenan su odio constructivo contra los amos de todo. Nadie como ella pasó por aquí tan brevemente dejando tanto. A buena parte de l@s jóvenes del 70 nos bastó con eso. Quizá por dicha razón cometimos la osadía de corear hasta desgañitarnos que si Evita viviera hubiera compartido nuestro sueño.-
Jorge Falcone, realizador Cinematográfico especializado en Animación (IDAC, 1992) Documentalista y escritor. Profesor de la Universidad de Palermo en el Departamento Audiovisual y el de Investigación y Producción de la Facultad de Diseño y Comunicación.
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