Por Jorge Falcone
Aunque criado en una familia adscripta al peronismo originario, hace medio siglo yo era un quinceañero que promediaba su bachillerato en la Escuela Superior de Bellas Artes platense, todavía indispuesto a recibir en el aula al Centro de Estudiantes planteando problemas que consideraba ajenos a nuestro ámbito de incumbencia. Soy un montonero de segunda generación, que se encuadró recién en 1976. Dos mayos sucesivos gravitaron en la adquisición de mi compromiso militante.
1er Azo: El Llamado de la Aventura
En la narrativa clásica hay una prescriptiva que aparece en la Poética aristotélica bajo el nombre de Periplo del Héroe. Consiste en la recomendación de respetar doce estadios que, basados en la experiencia, garantizan el éxito del relato heróico, se trate de SpiderMan o del “Che” Guevara. El primero de esos pasos se denomina “Mundo Ordinario”, y remite a cuando nuestra vida transcurre sin sobresaltos; el segundo es el “Llamado de la aventura”, al que, en caso de responderle, se entra de lleno en la Historia. Para buena parte de mi generación, El Cordobazo fue ese llamado.
Visto desde un presente posibilista y de capitulación de la clase política, ser testigo de aquella ofensiva estratégica de nuestro pueblo - es decir, de cuando “los condenados de la tierra” ponen toda la carne al asador - adquiere visos de privilegio antropológico. A mi entender, las marcas indelebles de dicho acontecimiento fueron: la legitimación mayoritaria del ejercicio de la violencia en manos del pueblo, una perspectiva de clase, y un horizonte socialista.
Para muchos analistas la ejecución en 1966 del obrero y estudiante Santiago Pampillón contribuyó a ir soldando aquella alianza entre el mundo del trabajo y la academia. Uno de los grupos de choque que protagonizaron el levantamiento en cuestión fue el comando audodesignado con el nombre del joven asesinado, encabezado por el educador Juan Julio Roqué, que en otro mayo de 1977 caería combatiendo en Haedo bajo el nombre de guerra de Lino e integrando la Conducción Nacional de Montoneros, al cabo de un interminable tiroteo en el que, cercado por numerosos efectivos de las fuerzas conjuntas y asediado por helicópteros, se hizo volar para no arriesgar ningún dato que comprometiera a sus compañer@s de militancia.
A pocas horas del Día del Documentalista, instaurado en memoria del secuestro y asesinato del colega Raymundo Gleyzer, quiero destacar también la experiencia de un colectivo de cineastas y técnicos audiovisuales identificado como Grupo Realizadores de Mayo e integrado - entre otros - por Eliseo Subiela, Pino Solanas, Octavio Getino, Humberto Ríos, Nemesio y Enrique Juárez, Jorge Cedrón, y Pablo Szir (estos tres últimos asesinados por la última dictadura), a quienes debemos la difusión masiva de las memorables imágenes de la policía montada del dictador Juan Carlos Onganía reculando ante las pedradas de los insurrectos. Esa escena, así como la reducción de una comisaría a manos de vecinos desarmados, debe recordarnos que la derrota del antagonista de proyecto histórico no se produce cuando se extermina al último de sus representantes, sino cuando se logra quebrar su voluntad de combate.
Pero acaso la lección más importante del Cordobazo haya sido comprender que en Argentina la transformación social no se concretaría en el escenario rural - tan sobrevalorado por entonces a partir de la experiencia de Sierra Maestra - sino en el de las grandes urbes, como lo demostró la resistencia del Barrio Clínicas.
2° Azo: El Cruce del Primer Umbral
A esa llamada de atención, le siguió al año entrante la decisión tomada por un grupo jóvenes peronistas de no dejar impune los bombardeos de la Marina de Guerra sobre hombres, mujeres y niños indefensos que atravesaban la Plaza de Mayo en 1955 ni las ejecuciones sumarias de 1956 en los basurales de José León Suárez: En efecto, El Aramburazo materializó una consigna que aún se corea ante el asesinato de algún patriota, porque “las balas que vos tiraste”… volvieron.
No se trató apenas de un acto vindicativo sino de dejar al Partido Militar sin el cuadro más lúcido con el que contaba por entonces, mentor de lo que tres años más tarde sería el Gran Acuerdo Nacional encabezado por el Gral. Alejandro Agustín Lanusse. Con ese salto cualitativo respecto a la primer Resistencia Peronista, nacía a la vida pública la organización político - militar en cuyo seno me tocó en suerte conocer a los más altos exponentes de la condición humana.
Muchos mayos atrás, un pibito como ellos recomendó a la Primera Junta observar "la conducta más cruel y sanguinaria con los enemigos de la causa: La menor semi prueba de hechos, palabras, etc., contra la causa debe castigarse con la pena capital, principalmente si se trata de sujetos de talento, riqueza, carácter y alguna opinión".
“Se tratará de exaltar cada logro propio por pequeño que sea y magnificar los reveses del enemigo”.
“Este levantamiento deberá ser acaudillado por dos ‘sujetos’ de gran prestigio en la masa rural: el capitán de dragones José Rondeau y el capitán de milicias José Artigas, ‘personas de talento, opinión, concepto y respeto’ ".
Por último, "la Constitución debe afianzar a todos el goce legítimo de los derechos de la verdadera libertad, en práctica y posesión, sin consentir abusos: entonces resolverá el Estado americano el verdadero y grande problema del contrato social".
Nuestra Patria sigue en deuda con el Plan de Operaciones de Mariano Moreno.-
JORGE FALCONE
Resumen de intervención en acto recordatorio del Cordobazo
celebrado el 31/5 en Anfiteatro “Eva Perón” de ATE
Jorge Falcone, realizador Cinematográfico especializado en Animación (IDAC, 1992) Documentalista y escritor. Profesor de la Universidad de Palermo en el Departamento Audiovisual y el de Investigación y Producción de la Facultad de Diseño y Comunicación.
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