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Foto del escritorRevista Resistencias

La Universidad patriarcal que esconde al violador

Actualizado: 28 jun 2018



Sol Cesar - Después de cuatro días de intensa difusión por las redes sociales alertando que una alumna de la Facultad de Derecho de la UBA sufrió una violación durante el turno noche, en el tercer piso del edificio, el pasado fin de semana las autoridades de la Facultad publicaron un comunicado al respecto.


Las palabras que elegimos usar para contar una historia – y aquellas que evitamos- muestran el lugar que ocupamos en ese relato. Así, la Facultad optó por describir el hecho como una mera posibilidad, que además pareciera haber acontecido como una catástrofe natural: “habría ocurrido un hecho de violencia sexual”, bien podría referirse a un tornado o un terremoto, hechos que tienen resultados lamentables pero resultan ajenos a la voluntad humana.


De esta forma se invisibiliza al sujeto violador que tomó la decisión de violentar el cuerpo de la mujer, y junto con él, se esconden las raíces patriarcales de nuestra sociedad, aquellas que están enredadas en la familia, en la escuela, en el trabajo, en la Facultad misma, conformando un perverso sistema, cuya productividad y enriquecimiento está basado en el uso del cuerpo de las mujeres como propiedad de los hombres.


Un argumento que ha vuelto a circular durante los últimos días es que hasta que la justicia no pruebe la veracidad de los hechos, no debemos inmiscuirnos ya que no es nuestra función. La respuesta no es ninguna novedad: la Justicia, como todas las instituciones del Estado se han formado dentro –y por- el sistema patriarcal. Como tales, tienden a garantizar aquello que ya está establecido, es decir, la opresión del hombre hacia la mujer; y en lo que respecta a sus procedimientos, en todos los casos revictimizan a las víctimas de violencia, y en muy pocos se consigue que el interminable proceso tenga algún resultado positivo.


Es por eso que desde el movimiento feminista, se expresa que la violencia sexual o los femicidios, no son más que la máxima expresión de una gran red de violencia. Y es contra ella la lucha que se persigue: contra las bases mismas de nuestra cultura, contra el sentido común. En este contexto, no poner en duda la denuncia de una compañera – judicial o social- resulta tan indispensable como no quedarse callada.


Recapitulando, las autoridades de la Facultad no solo han difundido el hecho de forma tardía, ante la presión de alumnes y profesores. Además en su intento de no posicionarse al respecto, se han ubicado en el mismo cómodo lugar que ocuparon históricamente, que es el de reproducir y garantizar la estabilidad de las estructuras opresoras negando la figura del violador y negando las estructuras patriarcales mismas.


Se hace un intento por ofrecer soluciones, que tienen dos ejes: “contención integral a la víctima” y “reforzar las medidas de seguridad”. Una vez más, se posiciona como un tercero observador, la Universidad niega su rol central en la formación y posible transformación de conciencia, se evade la responsabilidad para no reconocer que si se sigue haciendo lo que hasta ahora, se seguirán educando futuros abogados, jueces, diputados, senadores, funcionarios: machistas y violadores.


En un intento transformador, alumnes y profesores de la Facultad autoconvocados comenzaron a organizarse, manifestándose recientemente a favor de la legalización del aborto, y presionando para que las Autoridades deban difundir el hecho de violencia sexual ocurrido dentro de la institución. Este viernes 29-6 habrá una asamblea en la facultad y el mismo sábado comenzarán reuniones de profesoras y alumnas feministas autoconvocadas.


En este sentido, la Red de profesoras de la Facultad de Derecho ha venido denunciando la necesidad urgente de implementación de perspectiva de género a todas las materias, junto con la preocupación de que los cargos de mayor jerarquía y toma de decisiones dentro de la Institución, continúan conformados en una amplia mayoría por hombres.


La falta de herramientas y formación que se expresa , de la mano con la no implementación, o falta de difusión de las herramientas que ya existen, como el Protocolo de la UBA ante denuncias de violencia de género. Ha mantenido a la comunidad de la Facultad alejada de los debates y cuestionamientos del movimiento feminista, que ya se han instalado en toda la sociedad.




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