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  • Foto del escritorRevista Resistencias

Entrevista a Lucía Villagra autora de “Una Hija Más”


A 43 años del Golpe de Estado.

Por Leo Marcote



“El libro sirvió para reconstruir mi historia”

Lucia Villagra tenía dos meses cuando fue secuestrada junto a su mamá, María Fernanda Noguer “Namba”, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Namba tenía diecinueve años, era montonera y luchaba por un país más justo. El 3 de junio de 1976 tenía a Lucia en sus brazos y esperaba el colectivo para volver a su casa clandestina. Vivía junto a su esposo, José Villagra “Pepe”, militante de la Juventud Peronista (JP). Aquella noche, de repente, frenaron cuatro autos cerca del cordón de la vereda, a pocos metros de la parada del colectivo. Namba, al darse cuenta de que sería secuestrada, y sin la posibilidad de escapar, apoyó a Lucia en el piso para que no se dieran cuenta de que era su hija. Los hombres bajaron y fueron hacia donde estaba Namba, la agarraron de los pelos y la arrastraron hasta el baúl de un auto.


En la parada del colectivo había varias personas, un compañero de militancia de Namba, “El Negro” Antonio, con quien había estado hacia pocos minutos en una cita clandestina en la rotonda de Acassuso; y una pareja de novios, Mario y Edith, que también fueron secuestrados pero liberados a las pocas horas. Todos fueron llevados al Centro Clandestino que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Lucia también fue secuestrada y viajó en los brazos de Edith. Todos estos datos y la reconstrucción del destino de su mamá fueron recuperados por Lucia mediante una investigación que decidió hacer luego de “reprimir” durante muchos años “sentimientos” que necesitaba expresar. La investigación culminó con el libro “Una Hija Más”, de la editorial Agua Viva. Lucía decidió reconstruir su propia historia y la de sus padres, Namba y Pepe. A él no lo pudo conocer porque su abuelo materno, Jorge Eduardo Noguer, miembro de la Armada entre 1947 y 1967, se lo prohibió.


En esta historia, la mía, todo tiene dos caras”, explica Lucia. “Mi abuelo era marino y es el que me recuperó de Casa Cuna cuando yo estaba por morirme porque me habían encontrado con un cuadro que los psicoanalistas llaman ‘hospitalismo’. No comía, no dormía, me estaba muriendo de tristeza. Mi abuelo me busco por todos lados y al mismo tiempo buscaba a mi mamá. Él también fue secuestrado, pero pudo zafar por los contactos que la familia tenía con el ejército. Él me recupero, nadie me busco como él. Pero, a la vez, mi abuelo no dejaba que yo conociera a mi papá. De hecho, mi papá se murió en 1987 y no tuvimos la oportunidad de abrazarnos”.


Lucia nació el 31 de marzo de 1976, pocos días después del Golpe de Estado. Siempre le dijeron que tenía dos mamás, una que se había ido al cielo, pero que en realidad estaba desaparecida, y otra, Matilde, la segunda esposa de su abuelo, su mamá “del corazón”.



--¿Qué fue lo más revelador que descubriste de tu propia historia?


--A mí siempre me dijeron que mi papá me había abandonado. Para mí fue tremendo crecer con esa mochila. Aunque conocí a mi familia paterna, y ellos me decían que no, que no era así, que mi papá me quería, pero las cosas que te dicen cuando sos chiquita, las personas que vos amas, sobre todo, vos te las crees. Y recién con el proceso de escritura del libro empecé a buscar información y encontré una carta de mi papá que decía: ‘No puede ser que yo no pueda conocer a mi hija, conozco su cara, sus gestos, su risa, todo, porque la veo salir del colegio y la sigo hasta la casa de sus abuelos’. Por primera vez descubrí que mi papá me espiaba. Es muy loco. Y ahí, en un par de testimonios que me dieron sus compañeros, me cayó la ficha de que en realidad él no me había abandonado y que intentó de todo para estar conmigo. Incluso, habló con las Abuelas de Plaza de Mayo para que intercedieran. Esto me lo confirmó la propia Estela Carlotto. Para mí siempre mi papá fue el malo, el que me quería llevar de mi casa. Esto fue hasta hace muy poco.


--¿Por qué tu abuelo no quería que lo conocieras?


--Lo culpaba de la desaparición de mi vieja y de la mía. Además, mi abuelo era de otra ideología, él era de ideas radicales, era una persona dura. Con mi vieja tuvo muchas peleas, ella se fue de su casa y se fue a lo de su mamá. Mi abuelo había sido militar y, entonces, imagínate la bronca que tenía de que su hija milité en la UES. Fue muy duro con Namba, pero, a la vez, cuando ella desapareció, la buscó por todos lados.


--Fuiste en busca de la historia militante de tu mamá. ¿Cómo fue descubrir ese mundo nuevo para vos?


--El tema de la violencia a mi no me gusta. Pero entiendo su intención de que había una injusticia muy jodida en el país y que ella se levantaba contra eso. Yo no reivindico la cuestión armada. Me pone mal porque lo asocio a la muerte. Pero, también entendí que lo hacían para defenderse, para luchar contra un gobierno opresor. Entiendo su lucha y la respeto, pero no me sale reivindicarla al grito de “vivan los montoneros”. Me gusta reivindicarla desde el lado de que ella quería lo mejor para todos. Reivindicó su generosidad, sus ganas de luchar contra la injusticia. Yo pienso como ella, en muchos aspectos. Naturalmente me afecta la injusticia y nunca podría votar a un gobierno de derecha porque para mí representan lo peor. Pienso igual que mi mamá, pero yo no tendría una pistola en la cintura ni en pedo.


--Presentaste el libro en la ESMA.


--Sí, fue increíble. Unos meses antes de la presentación, cerca del día de la madre, había ido por primera vez. Fui sola, fue difícil, pero decidí ir. Me impacto muchísimo. Luego, antes de la presentación, volví a recorrer el lugar y retiré el legajo de secuestro de Namba.


También tuve la suerte de conocer a Edith que era la chica que estaba con su novio en la parada del colectivo el día que desaparecimos. Ella, entre otras cosas, me contó que me tuvo en brazos mientras a Namba la torturaban. Me contó que esa noche me lloré todo y que ella intentaba calmarme porque tenía miedo de que los milicos me hicieran daño. “Hace callar a esa pendeja de mierda”, le dijeron. Ella le suplico un poco de leche porque yo tenía hambre. Me la dio de a poco con una cucharita. Yo me entere de toda esta información con la publicación del libro. Luego de la primera edición se acerco más gente que concia a Namba. Hice una segunda edición y agregué todos los datos nuevos. El libro me sirvió de trampolín para conocer más mi propia historia.


--¿Qué es lo que más te impacto de la militancia de tu mamá y de tu papá?


--Fue descubrir el universo. Yo pensaba que eran chicos y chicas que repartían volantes y nada más. Que solo eran “jóvenes idealistas” y después descubrí que no era solo eso, que había una lucha en la que ellos dos iban a dejar la vida. Eran militantes comprometidos.


--¿Qué recordas de tu abuelo?


--Era muy autoritario. Mi mamá se enfrento a él y se fue de la casa. Después desapareció ella y él la busco por todos lados. Luego testimonió en contra de Videla por el robo de bebes. Fue uno de los cinco testimonios que sirvieron para que Videla sea condenado. Él no podía creer que sus propios compañeros hayan secuestrado a su hija y a su nieta. Se enfrentó a ellos, fue secuestrado, se salvó, y luego de ese episodio nos exiliamos. Estábamos en España y él se quería volver para seguir buscando a la hija.


--¿Tu papá intentó hablar con tu abuelo para convencerlo?


--Hubo un encuentro en el que se vieron, esto fue en tiempos de dictadura. Fue en una plaza y la idea de mi papá y de sus compañeros era secuestrarme. Pero mi papá dio marcha atrás porque yo no estaba bien de salud. A mí me encontraron casi al borde de la muerte, no comía, era un bebé triste. Entonces, mi papá decidió no hacerlo. Él quería que yo este con él, pero vio mi situación y no lo hizo. Él estaba clandestino, no iba a poder darme la atención que yo necesitaba en ese momento. También me contaron de otro operativo en el que querían matar a mi abuelo. Para mí fue terrible enterarme eso, pero me sirvió saberlo. La verdad hay que saberla. Y me sirvió para saber que mi papá no lo mató, cuando podía haberlo hecho. Y no lo hizo pensando en mí. Es una cagada, pero a mí me sirvió saber la verdad porque considero que fue un acto de amor de mi viejo.


--Ahora sabes que tu papá intento de todo para poder estar con vos.


--Si, y lamentablemente murió del corazón muy joven, a los 33 años. Sufrió mucho. No solo tenía desaparecida a mi mamá, sino que también asesinaron a su hermana Florencia, “Kitty” que también militaba con mamá en la UES. Mi viejo también presenció el secuestro de su mejor amigo. Le pasaron muchas cosas. A todo eso sumale que mi abuelo le prohibía verme. No puedo dimensionar el dolor que habrá sufrido, pero debió ser muy duro.


--¿Qué significó para vos poder escribir tu historia?


--Fue liberador. Para mí no existía el tema. Me lo contaban, pero yo no le daba ni bola. Para mí era una vergüenza. Y claro, cuando vos te reprimís mucho te enfermas. En el libro dejo registro de todo esto que sucedió con mi familia. De memoria y verdad. Justicia no puedo hacer, pero pude hacer esto. Me muevo con el libro, voy a los colegios, donde me inviten voy y cuento mi historia. Pero no puedo tomar partido porque yo no puedo odiar a mi abuelo y a mi mamá postiza, a mis hermanos. Son mi familia y los quiero. Para muchos es difícil entenderlo. Para mí no es fácil convivir entre dos familias. Por suerte tengo a mi hijo que es muy guerrero, es músico y tiene las ideas muy claras.


Lucia Villagra estuvo en la marcha por el 43 aniversario del Golpe de Estado, acompañada por su hijo y llevaba colgada sobre el pecho la foto de su mamá.


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