Por David Pike
Aquella frase de “Carta a Vicky” que Walsh escribió para su hija, luego de que esta se pegase un tiro en medio del acecho de un comando militar, bien podríamos usarla para él mismo. Un día como hoy, hace 43 años, tras desfundar su arma y resistir el intento de secuestro de un comando militar de la ESMA, caía asesinado Rodolfo, luego su cuerpo sería desaparecido.
Walsh es una de las mejores plumas argentinas, reconocido en todos los ámbitos literarios, un cuentista formidable y un periodista de excelencia, su mayor virtud fue unir aquellas dos cualidades en sus novelas de no ficción (género el cual inventó, según dicen algunos especialistas, quitándole dicho título a Truman Capote).
Sin embargo, queremos recordar al otro Walsh, que es el mismo, pero que en la disputa de sentidos que implica el ejercicio de la memoria no da igual. Aquel que nunca se entregó a la comodidad del escritorio, que no persiguió el objetivo individual de un premio nobel, sino que se entregó entero al proyecto colectivo de la liberación nacional. El militante que entendió a la comunicación popular como una pata más de una estrategia revolucionaria, que la diseñó y la ejerció, por y para ella.
Ese es el verdadero cementerio en el que lo recordamos, por el cual militamos y al cual apostamos colectivamente. Un periodismo libre, sin términos medios, ni ninguna farza.
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