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Foto del escritorRevista Resistencias

El Padre Mugica: “El que no es idealista es un cadáver viviente”

Actualizado: 10 jun 2018

A 44 años de su asesinato recordamos a Carlos Mugica, el cura peronista y villero.



Leonardo Marcote - El sábado 11 de mayo de 1974 Carlos Mugica estaba dando una misa en la parroquia “San Francisco Solano” en Mataderos. Una mujer que concurría con frecuencia a las misas que ofrecía en el barrio, notó esa tarde una presencia “extraña” entre los concurrentes. En el último banco se encontraba un hombre robusto, de “bigotes achinados”, cabello negro, vestido con campera y un pantalón oscuro. La mujer no le quito la vista de encima, porque le llamó la atención el desinterés que el hombre mostraba por lo que estaba sucediendo.


Una vez finalizada la misa Mugica se quedo conversando con algunas personas, mientras esperaba a Ricardo Capelli, uno de sus colaboradores más cercanos y además, su amigo. Capelli no había concurrido ese sábado a la misa pero habían acordado que pasaría a buscarlo para llevarlo a la localidad de Lanús y luego a un asado.


Salieron juntos de la parroquia y se dirigieron al auto de Capelli. En el camino un hombre lo llama, “padre Carlos”, Mugica se aleja de su amigo unos metros, Capelli continua caminando hacia donde estaba estacionado el auto. Sin esperar un segundo, el hombre de “bigotes achinados” que había llamado la atención de la mujer dentro de la parroquia, disparó cinco veces sobre Mugica. Años después se supo que se trataba del subcomisario Rodolfo Almirón, uno de los jefes operativos de la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) y colaborador del comisario Alberto Villar, jefe de la policía federal y creador de la Guardia de Infantería.


Capelli vio caer a Mugica y recibió disparos hechos por otra persona que estaba junto con Almirón. El padre Jorge Vernazza, un cura amigo, corrió desesperado al oír los disparos. Los vio a Mugica y a Capelli tirados en el piso, desangrándose. Pidió ayuda a unos vecinos y lograron subirlos a un viejo Citröen que los condujo al Hospital Salaberry. El médico de guardia dijo que Mugica había recibido cinco disparos en abdomen, tórax y en el brazo izquierdo, mientras que Capelli tenía uno en el tórax. Mugica murió allí. Antes de morir, alcanzó a decirle a una enfermera: “Ahora más que nunca tenemos que estar junto al pueblo.”





Carlos Mugica nació en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930, fue el tercero de los siete hijos del matrimonio formado por Adolfo Mugica, ex diputado conservador del periodo 1938-1942, y ex ministro de Relaciones Exteriores del presidente Arturo Frondizi en 1961, y Carmen Echagüe, hija de terratenientes de Buenos Aires.


Fue el único hijo que no estudio en un colegio religioso. Cursó sus estudios primarios en el colegio Domingo Faustino Sarmiento, más conocido como “Cinco Esquinas”, y el secundario lo hizo en el colegio Nacional Buenos Aires. Entre 1949 y 1951 cursó la carrera de Derecho en la UBA hasta tercer año. Allí conoció a Roberto Guevara Linch, hermano de Ernesto “Che” Guevara.


En 1950 viajó a Roma a la celebración del “Año Santo”. Dos años más tarde ingresó al Seminario Arquidiocesano de Villa Devoto.


El año 1955, el de los bombardeos en la Plaza de Mayo que terminaron con el gobierno de Juan Domingo Perón, fue decisivo en su vida porque marcó su acercamiento al Movimiento Justicialista. Hasta ese momento Mugica era crítico del gobierno peronista, sobre todo porque había tenido una fuerte disputa con la Iglesia Católica. Todo cambio cuando vio una pintada anónima que lo conmovió: “Sin Perón no hay Patria ni Dios. Abajo los cuervos". Los “cuervos” eran los curas.


“Me di cuenta que en la Argentina los pobres son peronistas. Y que eso no es una casualidad. Y tampoco un dato más. Ellos creen en Dios, pero ellos también creen que políticamente hubo un tiempo mejor y que nuevamente vendrá un tiempo mejor, y ese recuerdo y esa esperanza se llama Peronismo”.


En 1962 fue asesor de Acción Católica en la UBA. En ese tiempo conoció a tres jóvenes estudiantes del colegio Nacional Buenos Aires, Carlos Gustavo Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Eduardo Firmenich, futuros fundadores de la Organización político-militar Montoneros. Junto a ellos, en 1966, participó como asesor espiritual de los campamentos solidarios de la Acción Misionera Argentina (A.M.A) en Tartagal.


En 1968 viajó a Bolivia para reclamar los restos de Ernesto “Che” Guevara. Sin tener una respuesta favorable del gobierno boliviano siguió su viaje y desembarcó en Francia, donde fue testigo del “Mayo Francés”. En octubre, luego de 11 meses en el exterior, regresó a Argentina y asistió a una reunión del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), del que fue fundador en el país.


Como sacerdote bautizaba, confesaba, casaba, predicaba y celebraba misa en la pequeña capilla de “Cristo Obrero”, en la villa 31 de Retiro.


Como activo militante del peronismo fue uno de los elegidos para regresar junto a Perón en el vuelo chárter que lo trajo a Argentina en noviembre de 1972.

“Cuando yo volví, una de las alegrías más grandes fue que una señora de unos 50 años de la villa, me dijo: `los pobres también estábamos en el avión porque estaba usted’”, recordó Mugica.


El 6 de diciembre Perón visitó la capilla Cristo Obrero con la intención de hablar con Mugica, pero él no se encontraba en la villa ese día debido a un viaje que tuvo que realizar a la ciudad de Mar del Plata.


En 1973 le propusieron ser candidato a diputado nacional, encabezando la lista de la Juventud Peronista (JP) del FREJULI para las elecciones del 11 de marzo de ese año. No aceptó la candidatura y renunció a la misma.


El 25 de mayo de 1973 asumió la presidencia de la nación Héctor José Cámpora.


Mugica fue designado asesor del Ministerio de Bienestar Social, lugar que ocupó hasta agosto de ese mismo año cuando decidió renunciar debido a los enfrentamientos que tenia con José López Rega “El brujo”, máxima autoridad de esa cartera de Estado. Aquella renuncia publica le costó la vida meses más tarde.


Desde Bienestar Social trataron de ensuciar su honor diciendo que no presentó “comprobantes de pago” por 400 mil pesos de materiales de construcción que fueron entregados a los barrios. Mugica respondió con una conferencia de prensa desmintiendo aquella versión.


Fue invitado y participó del programa televisivo de los años ’70 “El pueblo quiere saber”, donde afirmó que “los únicos que han cambiado el mundo han sido los idealistas. El más grande de todos los idealistas ha sido Jesucristo que soñó que un día los hombres todos íbamos a dejar de ser pecadores y dio la vida por ello. Yo creo que el que no es idealista es un cadáver viviente.”


Su último día de vida lo encontró celebrando una misa en la parroquia “San Francisco Solano”. Luego de varias amenazas telefónicas y del intento frustrado de acabar con su vida, cuando volaron en una oportunidad la puerta de su casa, ese día sus asesinos no fallaron. López Rega eligió a uno de sus hombres más cercanos para acabar con su vida. Rodolfo Almirón, mano derecha del comisario Villar, le disparó cinco veces a quema ropa.


Meses antes, Mugica alcanzo a decirle a su hermano: “Le van a echar la culpa a Montoneros pero a mí me mata López Rega”.


Más de 20 años después, el 9 de octubre de 1999, los restos de Mugica fueron acompañados por una multitud cuando fueron retirados del panteón del clero en La Recoleta para llevarlos a la parroquia de “Cristo Obrero”, en la Villa 31, que fue su casa durante la mejor etapa de su vida.


Mugica además de su ejemplo de lucha y compromiso dejó algunas frases que todavía sigue resonando en el oído del pueblo:


“En primer lugar pienso que la palabra patrón u opresor significa lo mismo. En el sistema capitalista el ser patrón o empresario necesariamente supone la condición de opresor porque la estructura de la empresa del sistema capitalista se basa en la explotación del hombre por el hombre, de modo que así ese patrón se llame peronista, cristiano o lo que fuera, en la medida que a mi me oprime. Yo tengo el deber de luchar no contra él sino por mi liberación. Yo tengo que sacarle el pie que el me pone encima a mi, no por odio a él, sino por amor a él. Por que a él le hace mal oprimirme y a mí me hace mal que me oprima”



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