Por Leonardo Marcote
Jornada artística a 38 años del nacimiento del militante popular
“Todos los que estamos acá amamos a Darío. Lo ama la gente que lo conoció y lo ama también gente que nunca converso con él, que no tuvo la suerte de recibir su abrazo. Entonces, cuando ves gente que lo llora, sin haberlo conocido, te impacta muchísimo y tanto a mí, como a mi viejo, nos emociona hasta las lágrimas”, dice Leonardo Santillán, su hermano, uno de los organizadores del cumpleaños del joven militante de 21 años que fue asesinado el 26 de junio de 2002, cuando intentaba asistir a su compañero, Maximiliano Kosteki, herido de un balazo por un policía en el interior de la ex-estación Avellaneda, hoy llamada “Darío Santillán y Maximiliano Kosteki”.
“De un tiempo a esta parte los 18 de enero se vieron invadidos por publicaciones de Dari en Facebook, muestras de cariño, de amor, mensajes de aliento para su familia. Toda esa muestra de cariño nos llevo a la organización de esta celebración. Celebrar su lucha, su vida. Pero, más allá de ser una celebración, seguimos denunciando a sus asesinos. Muchos de los responsables de la muerte de Darío y Maxi están libres.
“El ejemplo de Darío ha sido muy fuerte, hoy Darío vuelve a nacer, lo han fusilado pero como dice mi viejo, él ha dejado una semilla y nos conmueve que su asesinato no haya quedado en el olvido. Tenemos una rara suerte porque hemos perdido muchos compañeros y compañeras del campo popular que no han sido tan recordados como él. A mí me costó muchísimo encontrarle alegría a todo esto. Te cuesta porque te queda mucha bronca de su asesinato, de que lo hayan matado por la espalda, como cobardes”, en la pausa que se toma Leonardo para charlar con nosotros y mientras toma cerveza de una lata, se le viene a la cara una sonrisa y una anécdota de su hermano. “El 14 de diciembre de 2001 estábamos en casa con mi otro hermano Javier y mi hermana Noelia, mi viejo en ese momento no estaba porque estaba laburando en el Argerich, nosotros vivíamos solos porque Darío ya se había mudado a Chingolo para luchar por la toma de tierras. Suena el teléfono al mediodía y atiendo. Era mi viejo avisando que se va a quedar a laburar en el hospital hasta más tarde. Nos avisaba para que nos quedemos tranquilos. A la media hora de ese llamado, suena de nuevo el teléfono y atiendo. Era Darío, ‘¿se acordaron que hoy es el cumple de Noe?’, me pregunta. ‘Uh, me olvide’, le dije. “Bueno en un rato yo voy para casa y organizamos algo para festejar”. Lo llamo a mi viejo para preguntarle si él sí se había acordado y el “Gordo” se quería matar, se había olvidado también. Yo la salude a mi hermana a partir del llamado de Darío y después llamo mi viejo a mi hermana excusándose y lo empezamos a cargar porque él en realidad se había acordado gracias a Darío. Esa fue una parte de Darío, en la cotidianidad de la familia. Estaba en todo. Un pibe muy paternalista. Yo me refugie mucho en él, me ayudo en la adolescencia, lo amaba. Estuve muy pegado a Dari, cuando él comenzó su militancia yo nada que ver, estaba en la calle, vagando, como cualquier adolescente y él me empezó a convencer de que me sume a la militancia. Empecé a estar con él en los piquetes, en algunas actividades. Y ahora -que estamos nosotros conversando con una cerveza de por medio- recuerdo la última birra que compartimos juntos. Fue en la casa de su novia, para fines de mayo o principios de junio de 2002, si uno pudiera retroceder el tiempo para compartir nuevamente esa última cerveza o de que vea esta movida que armamos para él, que sienta el calor y el cariño de su gente que lo ama, que lo reivindica y, sobre todo, que nunca lo va a traicionar”.
“El amor hacia mi hijo es tan fuerte que no puedo parar”
“Después de un tiempo uno asume que el hijo sigue estando presente pero que nunca más va a estar, que nunca más lo voy a volver a ver, que nunca más me va a regalar su sonrisa. Yo me muero porque aparezca y me dé un abrazo. Que me diga, ‘está todo bien, viejo’”, Alberto Santillán observa desde un sector del predio “Roca Negra” a la primera de las bandas que se ofrecieron para tocar en el cumpleaños de Darío. Sus ojos transmiten la serenidad de un padre que luchó para que el asesinato de su hijo no quede impune. Su mirada tierna, y cansada de años de lucha, y un relato cargado de pasión, nos ayuda a conocer en profundidad a Darío Santillán militante pero, sobre todo, al hijo.
“Darío pagó con su vida por ser fiel a sus ideales y a lo que él decía, ‘nunca hay que dejar al compañero solo’ y volvió para no dejar a su compañero solo, y lo mataron por la espalda. Escuchar a Darío en los videos que rondan por internet a mí me ayuda a entender cosas que pasan hoy, tenía un mensaje muy claro y entendía muy bien la problemática del pueblo. Él se consideraba la continuidad de los compañeros caídos, desaparecidos. Hay muchas personas que hoy siguen con sus sueños, que por suerte levantan esos sueños tan nobles, él quería una argentina distinta, que haya un plato de comida en cada casa, que la gente tenga una vivienda digna, por todas esas cosas seguimos peleando nosotros también. Cuesta tanto… pero el amor hacia mi hijo es tan fuerte que no puedo parar.
“Como militante fue un ejemplo y como hijo un fuera de serie. Le gustaba ir a buscarme al trabajo, yo soy enfermero hace 31 años en el Hospital Argerich y Darío me caía de sorpresa y esperaba a que termine mi turno para salir juntos. Se sentaba en algún lado a leer, le encantaba leer de todo, siempre el libro lo forraba con hojas de diarios. Y después salíamos charlar por ahí, a tomar algo. A veces cuando yo salía temprano me iba a las rondas de las Madres porque sabía que él estaba ahí y se ponía contento cuando me veía llegar. Nunca falto el ‘viejo te amo’.
“Una vez caminando por la calle me cruza un padre y me abraza. Me dice, ‘lo felicito por el hijo que tuvo’”, se emociona Alberto y vuelve a recordar la necesidad de poder abrazar a Darío nuevamente. “Hoy me llegaron mensajes de compañeros de distintos lugares, palabras de amor, de afecto. Estamos fuertes, aguantando, resistiendo, como dijo Eduardo Galeano “somos un mar de fueguitos” y esos pequeños fueguitos son lugares de resistencias y ahí estamos nosotros, los que perdimos a un ser amado, los que sabemos que estamos afuera del acceso a la salud, a la educación, al trabajo, entonces ahí estamos para luchar y seguir.
A la celebración de su cumpleaños vino Norita (Cortiñas), el lugar se lleno de gente. Esto yo no lo generó, lo generó Darío con su lucha, con su solidaridad”.
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