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Belen Rozas "Tenemos un Ministerio porque tenemos un movimiento feminista fuerte, dinámico y masivo"



En el marco del 4to Paro Internacional Feminista y el reciente lanzamiento de la Secretaría de Mujeres y Diversidad de la UTEP, entrevistamos a Belén Rozas. Militante popular de la OLP y miembro del Sindicato de la Economía Popular, nos comparte su perspectiva respecto a la creación del Ministerio de Géneros, los espacios en los que milita, el feminismo en la región, sus límites y apuestas.


Lo popular del feminismo es algo tan simple y poderoso como el despertar de les más postergades e invisibilizades de la historia como sujetos políticos transformadores.

Tanto el feminismo como los movimientos populares vienen tomando cada vez más protagonismo, ¿Cómo se da esa articulación y, en ese sentido, cuál es el rol de la Secretaría de género en la UTEP?


No creo que se trate de una articulación entre dos cosas sino el resultado concreto de la consigna más vieja del feminismo: lo personal es político. En un país donde la feminización de la pobreza es parte de una miseria planificada que data desde la última dictadura cívico militar, no sorprende que el sector de la economía popular esté fuertemente protagonizado por mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries, que a su vez participan activamente de un movimiento feminista que viene en auge. Lo popular del feminismo es algo tan simple y poderoso como el despertar de les más postergades e invisibilizades de la historia como sujetos políticos transformadores.


En este sentido, la conformación de la Secretaría de Mujeres y Diversidad de la UTEP tiene un doble significado. Por el lado gremial, nos permite organizarnos dentro del sector para desarrollar herramientas concretas en tanto trabajadoras que buscan conquistar más derechos, y aportar a la construcción de un sindicalismo con perspectiva de género junto a compañeras de otras centrales. Por el lado político, es sumamente interesante lo que se puede sumar desde esta identidad al movimiento feminista en general. Hay quienes dicen que la economía popular es economía feminista. Yo no estoy de acuerdo, por más valoración que tenga sobre la economía popular, porque la ausencia de brecha salarial entre géneros, el acceso a programas como la AUH y un acercamiento a la remuneración de tareas de cuidados mediante un plan social precarizado no implica una eliminación de la división sexual del trabajo. Pero, ¿qué es necesario para que existan experiencias que exploren esta arista? sin lugar a dudas, esta Secretaría y mesas de debate y trabajo con otros sectores mínimamente para empezar.


En el marco del nuevo gobierno, ¿cómo ves que se haya creado el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad?


Hace poco escuché al presidente decir que la creación de un Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad había sido una decisión política basada solamente en escuchar una demanda masiva. Estoy muy de acuerdo con él, creo que tenemos Ministerio porque tenemos un movimiento feminista fuerte, dinámico, masivo que está desde hace años en las calles exigiendo respuestas al Estado en paralelo al tramado de redes por todos lados para sostenernos en una coyuntura hostil y extremadamente violenta con los cuerpos feminizados.


Las compañeras a cargo del Ministerio a nivel nacional y provincial son perfectamente capaces de llevar adelante las nuevas responsabilidades. Sabemos de su militancia feminista y compartimos con ellas preocupaciones y expectativas. Se abren nuevas posibilidades que creo es importante aprovechar, entendiendo al Estado como una trinchera más de esta larga lucha colectiva que tiene como principal objetivo en el día a día levantar el techo de lo posible, para poder hegemonizar un feminismo de liberación contra los discursos liberales. No creo que sean cosas contrapuestas, y ojalá sea mayoritaria esta lectura para poder hacer crecer el feminismo popular y atender rápidamente las emergencias que estamos pagando con nuestras vidas.


Demás está decir que lo que pueda lograr este Ministerio viene de la mano del presupuesto que se le asigne. Sé de los malabares que están haciendo en este momento las compañeras que son funcionarias porque no cuentan con lo indispensable para hacer lo que necesitamos que hagan. Cuando desde los feminismos decimos que la deuda es con nosotres también estamos diciendo que para empezar a saldarla no hay más opciones para el Estado que poner plata. Es así de simple. El FMI no sufrió más de 70 femicidios y travesticidios en lo que va del año. Tampoco el campo sojero, ni los bonistas que andan como piojos buscando aumentar ganancias aún en las peores crisis. Ni hablar de las iglesias. No tenemos miedo a las represalias de estos parásitos, esperamos que el gobierno tampoco y que haga lo que tiene que hacer.


Hoy se trata de poner al feminismo popular como ejemplo de ética política, de justicia social y de proyecto de emancipación de la humanidad.

En los últimos años Argentina tuvo un importante crecimiento en lo que es el feminismo y tiene una lucha muy fuerte y bastante consolidada, ¿cómo lo ves en otros países de la región?


Lo veo emocionada, al punto que el feminismo popular se transformó en el único proyecto político que siento que me representa, porque se sostiene con una práctica que se perfila transformadora y fielmente enfrentada a toda opresión. Este feminismo es internacionalista, antibiologicista, antiracista, anticapitalista, y anti toda opresión que atenta contra los pueblos y las tierras que habitamos y trabajamos. La coherencia es una virtud de la que no todo militante se puede jactar, pero veo ejemplos de coherencia en les compañeres de Chile que combaten al neoliberalismo en primera línea, en las mujeres de pollera que se enfrentan a la dictadura en Bolivia, en les que mantienen en su lucha a Marielle Franco contra misóginos retrógradas como Bolsonaro en Brasil, y en quienes a lo largo de toda la región siguen el legado de enormes luchadoras como Berta Cáceres que fue asesinada por pelear contra el extractivismo atroz.


La potencia de un nivel de integralidad y rebeldía como éste debería acercarnos a los objetivos revolucionarios que nunca dejamos de tener. Sólo el tiempo y la historia de los pueblos dirá si lo logramos, lo que no me cabe dudas es que moriremos intentándolo porque ya no tenemos nada que perder.


Teniendo en cuenta que venís de la militancia en organizaciones populares, desde esa mirada, ¿cómo ves los feminismos hoy en día?


Creo que es peligroso ignorar el crecimiento de grupos que se denominan feministas pero desde concepciones liberales, o de la llegada que tienen los espacios de participación para mujeres, lesbianas, trans, travas, no binaries desde ONG, o iglesias incluso, que lo que buscan no es empoderar a nadie sino más bien adoctrinar para sostener sus privilegios como hombres cis y su poder como instituciones. La existencia de esta línea, que no es más que el contacto con los feminismos de una línea posmoderna generalizada, sustituye el término opresión por el término violencia, vuelve la pelea hacia algo individual dividiéndonos entre (buenas) víctimas y (malos) victimarios, y nos convence lentamente del uso del lenguaje penal para hablar de lo que nos pasa y de lo que entendemos por justicia. Así es como terminamos escrachando en redes sociales a un pibe de 13 años que no tiene ni idea de cómo vincularse sexoafectivamente de manera responsable y saludable, y también así es como nos sentimos dolorosamente cómodes en nuestro lugar de víctima en detrimento de una posición más fuerte como sujetos políticos que pueden transformar la realidad. Resulta todo muy conveniente para los pocos machos que dominan el planeta y para los muchos con los que convivimos cotidianamente. Como feministas populares me parece importante darnos estos debates de manera fraternal para romper con los absolutismos que muchas veces nos traban, profundizar nuestra intervención política en todos lados y que ésta sea eficaz para las mayorías. La realidad no se cambia con hashtags sino poniendo el cuerpo. Si creemos en el feminismo dediquemos nuestra vida a militar y veremos los cambios que ahora decimos buscar por medio de las pantallas.


Por otro lado, estoy convencida que nuestro principal déficit es la falta de vocación de poder. Discutimos sobre cómo hacemos política les feministas pero no sobre cómo utilizamos esas prácticas para la construcción de un nuevo poder. No le creo a ningune feminista que me diga que está conforme con que la representación política mayoritaria esté en manos hombres cis, y no me refiero sólo a la estructura gubernamental sino a todos los espacios. Esto no significa exclusivamente que migremos de nuestras organizaciones mixtas o que nos mudemos a un planeta separatista porque no considero que eso sea coherente con la integralidad de nuestras luchas, pero sí es necesario que como feministas cambiemos una correlación de fuerzas que en este momento es desfavorable y nos sigue haciendo pagar costos con nuestros cuerpos y nuestras vidas. Ya no espero el momento en el que las masculinidades hegemónicas comiencen a organizarse, ahora creo que hay que condicionarlos para que lo hagan. Y no se trata de quién tenga razón. Hoy se trata de poner al feminismo popular como ejemplo de ética política, de justicia social y de proyecto de emancipación de la humanidad.




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