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Foto del escritorRevista Resistencias

“A mi hijo lo mataron porque quisieron”

Violencia Institucional en Mendoza

Por Leonardo Marcote


Mónica Campoy, la mamá de Andrés García Campoy, asesinado por dos gendarmes en 2014 denuncia que la causa de su hijo está paralizada y responsabiliza al juez Walter Bento de “cajonear la causa” para defender a los gendarmes.


El 13 de junio de 2014 Andrés García Campoy viajaba en su auto desde Mendoza capital hasta la localidad de Luján de Cuyo, a unos 60 kilómetros. Desde enero había dejado de vivir en San Luís con su familia y se instaló en la casa de su abuela materna, en la capital mendocina, para estudiar en la Universidad del Aconcagua la carrera de Licenciado en Higiene y Seguridad Industrial. Sus tiempos los repartía trabajando en un taller de motos por la mañana y luego, por la tarde, cursaba en la Universidad.


Pasado el mediodía de ese 13 de junio, recibe un llamado, probablemente de una persona que estaba interesada en comprarle la carabina antigua que había pertenecido a su tatarabuelo. El arma no funcionaba, pero por ser una antigüedad del año 1860, pensó que quizás podía venderla a buen precio. Antes de salir, dejó grabando uno de los partidos del mundial de fútbol que se estaba disputando en Brasil, también quedó sobre la mesa del comedor un trabajo práctico que estaba preparando para la universidad. Esa misma noche, tenía un cumpleaños y les avisó a sus amigos que luego de cursar, iba a pasar por el festejo. Antes de subir al auto, se aseguró de haber agarrado el regalo, una botella de vino, y, obviamente, la carabina.


En el transcurso del viaje, sobre la ruta 7, llegando a Luján de Cuyo, donde lo esperaría el posible comprador, es parado por un control de Gendarmería. No había motivos para que sea demorado muchos minutos porque tenía toda la documentación al día. A las pocas horas de aquel control, lo encontraron muerto, sentado en el asiento de atrás de su auto con la boca abierta y un tiro en la nuca.


Cuando llegó la ambulancia al lugar, los gendarmes no permiten que la doctora se acerque al cuerpo y, mucho menos, que lo toque. “Ya está muerto”, le dijeron. La doctora insistió y logró que la dejen pasar. Ella misma constata que Andrés estaba muerto. Nadie de las personas que estaba alrededor quiso decir nada de lo que realmente había sucedido y, como siempre sucede en estos casos, se impuso en un primer momento, la versión oficial que decía que Andrés se había “suicidado”.


Finalmente, cuando llega al lugar el Fiscal Provincial Jorge Calle, comprueba que Andrés fue asesinado y caratuló su muerte como “homicidio agravado por Fuerzas de Seguridad” donde actualmente se encuentran imputados los gendarmes, Maximiliano Alfonso Cruz y Corazón de Jesús Velázquez. Pero, como era un caso del Estado, lo pasaron a los Tribunales Federales donde cayó en manos del juez Walter Bento.


“Ahí empezó mi calvario”, cuenta Mónica Campoy, la mamá de Andrés. “El juez fue cómplice de los gendarmes asesinos y nunca los procesó. Hoy están libres y mi hijo bajo tierra."




“El mismo día de su asesinato, le hicieron la autopsia donde constataron que no tenía pólvora ni en sus manos ni en la ropa. El proyectil no se lo pudieron sacar porque se había desintegrado. Cinco días más tarde, les realizaron los estudios a los dos gendarmes y, obviamente, los resultados dieron que tampoco tenían rastros de pólvora en sus manos.


“La versión del suicidio fue descabellada desde un primer momento”, explica Mónica “Mi hijo no era una persona depresiva. Andrés era una persona simple, especial, te enseñaba a cada momento que las cosas más simples de la vida eran las que te hacían feliz. Tenía proyectos, para el día del amigo iba a viajar a San Luis para juntarse con sus amigos de la secundaria. Él nació en Mendoza, pero nosotros nos mudamos a San Luis cuando Andrés tenía 9 años. Hizo sus estudios primarios y secundarios en San Luis. Tenía un montón de amigos, siempre estaba contento. Nunca sufrió de depresión. Incluso, le hicieron un test psicológico post mortem donde la licenciada Marta Mulat dice, claramente, que Andrés no tenía ningún indicio de haberse quitado la vida”.


La carabina que llevaba Andrés aquel día en su auto continúa en poder del juez Bento.

Para Mónica, no es casual que aun hoy no se haya realizado el peritaje del arma. “De realizarse ese peritaje, tiraría por la borda la versión de Gendarmería que dice que Andrés se quito la vida con esa carabina antigua y que ni siquiera funcionaba. Es ridículo. Además, en el auto de mi hijo no había salpicaduras de sangre en ningún lado. Lo que tenia Andrés eran marcas de arrastre. Siempre dije y sostuve que para mí, a mi hijo lo mataron afuera, lo arrastraron y lo pusieron adentro del auto”.


Si alguien se ocupó de que el asesinato de Andrés quede en el olvidó y que la causa de su muerte no haya avanzado, es el juez Bento, que solo se preocupó por sostener la versión del suicidio desvinculando de toda responsabilidad a los dos gendarmes que, actualmente, continúan en funciones.


“Hace poco me entero que Corazón de Jesús Velázquez está en Jesús María (Córdoba), y el otro, Maximiliano Alfonso Cruz, en Campo de Mayo (Buenos Aires). A mi hijo lo mataron porque quisieron. Él está muerto cuando tenía que estar cursando su cuarto año en la Universidad. Disfrutando de la vida con sus amigos, con sus hermanos y sus abuelas que tanto lo querían. Disfrutando de sus proyectos. Y en un segundo se lo arrebataron, por nada. Aún no encuentro explicación. Solo prometerle que no voy a descansar hasta ver a los asesinos en la cárcel. No voy a dejar que su asesinato quede en el olvido, como pretende el juez Bento. Si todos me ayudan a visibilizar su caso no tengo dudas de que pronto encontraremos justicia”.




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