Por: Belen Rozas
Todos los 8 de marzo tienen sus particularidades que los hacen diferentes a los anteriores y a los que vendrán. Este 2019 puso en el centro de las rondas feministas, donde se viene gestando este Paro Internacional, dos cuestiones que debemos atender por sobre todas las cosas: el ajuste y la violencia machista.
El macrismo nos gobierna hace ya cuatro años y las mujeres y las disidencias trabajadoras somos las más afectadas por esto. La brutal crisis económica precariza nuestras vidas y, además, nos obliga a ocupar lugares de emergencia como históricamente hemos hecho. Me refiero a que aunque sean los varones los que salen en las fotos y dicen los discursos, somos nosotras mayoritariamente las que le ponemos el cuerpo a que el sistema no destruya tanto lo poco que tenemos.
Si hay hambre, a lo largo y ancho del país armamos ollas populares, copas de leche, lo que sea para llenar la panza de los pibes y las pibas. Si hay enfermedad, rápidamente tejemos redes en los barrios para asistir a quien está sufriendo y entramos donde los gps recomiendan a las ambulancias no acercarse. Si hay dolor, escuchamos y contenemos al compañero, al vecino, al vendedor del barrio que ya no puede más y te cuenta lo mal que la está pasando. Esto último parece algo menor, algo tonto, pero andá a buscar apoyo en los compañeros que están formados bajo el lema “los hombres no lloran” y después me contás si estoy hablando pavadas. Y puedo seguir nombrando cosas de las que sólo nosotras nos ocupamos.
A esto hay que sumarle la jornada laboral (en el mejor de los casos, si tenemos algún laburo, en el que encima cobramos un 36% menos que un hombre cis) y más tareas no remuneradas que realizamos en nuestros hogares y con la crianza (la mayoría de las veces en soledad) nuestros hijos e hijas.
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Las compañeras saben perfectamente de qué estoy hablando. Vos, compañero, si hasta acá no te sentiste un poco incómodo con tus privilegios de varón cis, agarrate porque las cosas empeoran cuando le agregamos el factor violencia machista. El ajuste lo pagamos con nuestros cuerpos porque no sólo no podemos más viviendo así, sino que además a este cuadro se le suma esta estadística fundamental para terminar de hacernos mierda: cada 30 hs nos matan a una. Adicionale a esa cifra las que mueren por abortos clandestinos y capaz entendés un poco más por qué hay tanta bronca.
Nuestros cuerpos no sólo tienen las marcas de las luchas, también tienen cicatrices de la violencia machista que sufrimos cotidianamente. Nos asesinan de múltiples maneras, nos violan, nos golpean, nos niegan nuestro derecho a decidir qué carajo hacemos con nuestro cuerpo y nuestra vida.
Decimos siempre que el Estado es responsable porque, aunque en sus discursos digan lo contrario, no hacen absolutamente nada por modificar esta realidad. El presupuesto que tenemos destinado las mujeres de la Argentina es de $11 cada una. ONCE PESOS. Explicame qué hacemos con eso. Contame cómo garantizamos así que las compañeras que sufren violencia de género puedan irse de esos lugares y no dependan económicamente de quien las maltrata, cómo construimos refugios en todos los barrios para aguantar las emergencias, cómo hacemos espacios de cuidados para poder trabajar sin pensar qué hacer con los hijos y las hijas. Todo el mundo habla de la violencia de género pero nadie dice cómo la enfrentamos. Nosotras lo estamos planteando clarito.
Como estamos cansadas de ser las que hacen el trabajo invisible, hace años que una de nuestras prioridades es ponernos al frente y no permitir que nadie más hable por nosotras. Ahora queremos hacer política a viva voz, sáquennos las fotos a nosotras pero sacala de lejos porque no vamos a entrar en el cuadro, somos un montón. Esto no lo hacemos solas, esto no lo hacemos individualidades. Nuestra fuerza está en la construcción colectiva y cada golpe que nos dan nos hace más fuertes porque suma más compañeras a nuestro movimiento. El dolor cotidiano se transforma en lucha y en organización y así es como nos preparamos para esta jornada.
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Los sindicatos, las organizaciones políticas y sociales, colectivos feministas y muchos espacios más hemos craneado en Buenos Aires, frente al Congreso, un gran acampe del feminismo popular donde nos encontramos mujeres y disidencias de muchos lugares para debatir, para formarnos, para pensar juntas más y más y más cosas para hacer durante todo este año y para mostrarle a la sociedad cuál es el modelo que estamos proponiendo.
Desde la CTEP (Confederación de trabajadorxs de la economía popular) le aportamos a este acampe una gran feria de la economía popular con la producción que realizan nuestras compañeras en los distintos barrios. Además, acercamos al debate un proyecto de ley en el que estamos trabajando que tiene 4, 5 puntos que nos parecen centrales para dar la pelea contra la violencia de género en los territorios y tiene que ver con lo expuesto anteriormente. Entendemos que sin tierra, techo, trabajo, salud y educación no hay ni una menos.
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A la lucha a nivel nacional es importante agregarle el internacionalismo que practicamos dentro de nuestro movimiento. Cada 8 de marzo pensamos en un Paro Internacional porque nuestro feminismo no tiene fronteras, y porque si el capitalismo y el patriarcado se organizan a nivel mundial, nosotras también.
Las compañeras de otros países del mundo están pasando situaciones aún peores, ya sea porque tienen índices de violencia machista aún más altos o porque básicamente están luchando contra la injerencia imperialista, como el caso de las venezolanas y el bloqueo económico, las colombianas que sufren el paramilitarismo muy fuertemente, las haitianas que sí necesitan ayuda humanitaria pero son ignoradas, o el de las brasileras que son perseguidas por el nazi evangélico que tienen de presidente. Sororidad es hermanarnos a nivel global y hacer caer juntos al capitalismo y al patriarcado. En esto estamos, no tengan dudas.
Este 8 de marzo la cuarta ola feminista inundará las calles de todo el mundo, dejando todo verde y violeta para que nadie se olvide que esta vez lo vamos a cambiar todo.
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